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San Patricio
(1814)

Mal debut el del Comodoro.

��� Ha llevado su flamante escuadra frente a Mart�n Garc�a para atacar la isla y a las naves de guerra all� surtas. Pero un destino aciago ha querido que, al romper el fuego, haya varado su capitana, la �H�rcules�, a tiro de fusil del enemigo, y que hayan muerto su segundo Seaver, varios otros oficiales y cerca de sesenta marineros y soldados.

��� El realista se ha ensa�ado con la nave insignia patriota acertando ochenta impactos en su pobre casco inm�vil, desarbol�ndola y convirti�ndola en un pont�n. Y los restantes barcos consortes no la han protegido. Reci�n a la ma�ana siguiente ha podido reflotar y ser remolcada r�o afuera, lejos del furor enemigo.

��� El jefe realista ha escrito jubilosos partes: �Creo que han quedado escarmentados, para no volver a insultar otra vez las fuerzas nacionales...�.

��� En fin: una derrota como bautismo de la escuadra de 1814, armada a costa de tantos sacrificios. Vaya un estreno el que Brown ha hecho de sus galones de Teniente Coronela de Marina...!

��� Pero el irland�s es tozudo. Ha pasado tres d�as sin dormir preparando el desquite. Ya le han de pagar caro los godos ese contraste inicial! Tres d�as atendiendo heridos, sermoneando a alg�n capit�n timorato, reparando la �H�rcules�, infundiendo optimismo a sus gentes y esperando tropas de refuerzo. Debe dar un ment�s a los esc�pticos que, en Buenos Aires, andan pregonando que la escuadra patriota significa un reverendo disparate...

�� 15 de marzo de 1814.

Combate de Mart�n Garc�a � Oleo sobre tela. Autor: E. Biggeri. El cuadro representa la acci�n inicial del combate del 15 de marzo de 1814

��� Son las tres y media de la ma�ana, hora propicia. La Luna se ha ocultado tras una nube y el R�o es una boca de lobo. Los lanchones patriotas, con 340 hombres a bordo, bogando en silencio, parecen volar a ras del agua. No se ve luz ni se oye un murmullo. Los hombres aprietan las armas entre sus manos y escrutan las tinieblas.

��� La isla se va acercando lentamente. Ya se escucha el romper de la resaca en las piedras de la orilla, el bullir de la fronda del boscaje central y el chirriar de alg�n grillo trasnochado.

��� Los lanchones van atracando uno a uno y echando su gente a tierra.

��� Es la hora incierta en que �nicamente el lucero reina en los cielos. Un ligero albor se percibe por sobre las dunas de la costa Oriental. La tropa desembarcada tiene a la vista el muelle. En los barcos de Romarate se ve una que otra lucecita: el fog�n de la guardia, probablemente adormilada. El caser�o tambi�n descansa, ajeno al peligro que lo acecha. Una fogata, junto al muelle, marca el centro de todas las miradas: la bater�a espa�ola, que sin compasi�n acribillara cinco d�as antes a la �H�rcules�, varada e inerme: �Creo que han quedado escarmentados...�. Brillan en la oscuridad miradas de odio y rechinan los dientes con la voluntad f�rrea del desquite.

��� Amanece. Alg�n p�jaro madrugador se pone a gorjear t�midamente entre el follaje. Las cuchillas de Mart�n Chico se enrojecen con el alba.

���� De pronto, un centinela realista da la voz de alarma y los isle�os se aprestan a la defensa. Pero, casi simult�neamente, rompe la quietud de la ma�ana naciente el bronco tronar del ca��n: es la escuadra de Brown que simula un ataque desde el Oeste para distraer al enemigo.

��� El realista, despertado de tan brutal manera, reacciona: los ca�ones del muelle y de Romarate rompen el fuego contra Brown, y los fusileros empiezan a escopetear a los desembarcados.

�� �En ese instante, dos � tres voces de mando ordenan a los patriotas. Se desenvainan sables, se arman fusiles y pistolas, se enarbolan lanzas y chuzos y se aprietan facones entre los dientes. Un minuto mas y un alarido: �A LA CARGA!�.

��� Los espa�oles, atacados por retaguardia, no tardan en organizar su defensa. Los fusileros de Azcu�naga �un porte�o realista- desde la altura del muelle hacen vivo y nutrido fuego sobre los aparecidos, que lo deben soportar marchando a la carrera por camino fragoso y ascendente y sin poder contestar con el vigor debido. Hay que acortar distancias, para pelear cuerpo a cuerpo y con arma blanca, a la criolla!.

��� �Condenados godos! �Que bien se defienden! Ya han ca�do dos � tres patriotas. �La cosa no es f�cil! Los atacantes comienzan a vacilar. Alguno cede terreno. La terrible semillita del desorden y la desmoralizaci�n apunta sus primeros brotes. �No habr� desquite para lo de la �H�rcules�?.

Fragata H�rcules �Modelo en madera, hecho en el museo naval de la Naci�n. Representa la nave insignia del Almirante Brown durante las guerras de la independencia (1814 � 16)

�� Un minuto mas y el desembarco terminara en descalabro. �C�mo hablar a esos hombres que marchan a paso vivo bajo una granizada de balas? �C�mo alentarlos, llamarlos al cumplimiento heroico del deber? El tiempo urge, los momentos son cr�ticos y la cosa no esta para arengas...

��� Alguien tiene la inspiraci�n salvadora. Y en medio de la grita del combate y el chasquido de las descargas, mientras el ca��n trunca a lo lejos, el pifano de la �H�rcules� �un grumete pelirrojo- y el tambor que toca los zafarranchos de a bordo, arrancan con los compases alegres, viriles y persistentes de la canci�n irlandesa � En la ma�ana de San Patricio�.

��� Los acordes saudosos surten instant�neo afecto: los muchos irlandeses que hay en la mariner�a atacante, sienten al o�rlos un fr�o que les perfora la medula. Esas notas les hablan del viejo pueblo natal con su campanario donde anidan las cig�e�as,� de las verdes praderas de Erin, de la madre lejana que pone una ramita de muerdago en sus canas en la ma�ana del santo patrono, de las caletas transparentes de Belfast y Dubl�n... Dentro de dos d�as Irlanda arder� en fiestas, los templos estar�n llenos de gente, el pastel de papa humeara en el hogar paterno y los j�venes bailaran en las calles...

��� Como rel�mpagos pasan las im�genes por las mentes de los rubios marineros. �Qu� dir� la madre cuando reciba la noticia de que su hijo ha muerto en Mart�n Garc�a? �Qu� comentaran los camaradas del puerto? La mujer, la novia, lloraran al ca�do en la derrota...

�Derrota? �Nunca, por San Patricio! � A vencer, Goddam!

Insertar foto pag 349 inferior N� 48

Combate de Mart�n Garc�a � Oleo sobre tela. Autor: J Murature. El cuadro representa la acci�n inicial del combate del 15 de marzo de 1814

�� Y galvanizados al conjuro de las notas del pifano que les habla de cosas lejanas y queridas, la mariner�a rehace sus filas y se lanza al asalto cantando con rabia: �Saint Patrick�s Day in the Morning...�.

��� Pero no van solos. Los criollos � Dragones de la Patria, milicianos de Las Conchas, infantes de tierra- les siguen a punta de coraje. Les han sorprendido los compases juguetones de la canci�n, que parecieran derramar un b�lsamo en el combate adverso y luctuoso. Ellos no entienden ese �guirigay� de los gringos! Pero algo ha de decir de santo y de grande cuando los arrastra sin pausa hacia el peligro. �Gringos lindos, que bien pelean cantando! �Pero nosotros, tambi�n podemos! Y una vos nuestra, ronca de fatiga y coraje, arranca: �OID MORTALES EL GRITO SAGRADO...!.

��� Y en turbi�n heroico, unos jadeando las estrofas celtas, otros gritando las del Himno de Lopez y los dem�s escupiendo imprecaciones, en magnifica emulaci�n �pica, cargan como tromba sobre el realista, aguijoneados por el tambor y el pifano...

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� ��El sol ha aparecido por sobre los Cerros de San Juan. La escuadra de Romarate huye y los defensores de Mart�n Garc�a se rinden o son implacablemente acuchillados. En la bater�a del muelle, ayer verdugo de la �H�rcules�, flamea la bandera azul y blanca. El pifano y el tambor descansan tomando un grog. Brown, simula un golpe de tos para ocultar un sollozo...

��� La Naci�n ha encontrado su almirante. Y la Patria canta su jubilo.

Agosto de 1948.

Arguero, Luis Eduardo. Cielo al Tope

Transcripci�n: Antonela Farotto