- (VD). “ Mi alimentación
es más variada. Aparte el infaltable chocolate con manteca y galleta,
como manzanas, duraznos y algunas golosinas, porque llevo también
varias cajas de bombones; cantidad de frutas secas: nueces, pasas de uvas,
de higos; no falta el budín ingles: en suma estoy pasando días
de gran felicidad.
- El Lehg II realiza singladuras
que alcanzan las ciento treinta y cinco millas. Por la noche tengo oportunidad
de ver la dirección en que caen meteoros en el espacio, llamados
estrellas fugaces. Según la dirección en que caen, de allí
soplará el viento”.
- “A esta altura de mi viaje
comienzan a soplar los vientos contrarios, y para evitar un mal rumbo capeo.
El barómetro llega a ascender a los 780º, y la temperatura
es de 17 º. Por lo general, duermo toda la noche; a la mañana
me desayuno; al mediodía ingiero algo frío, y al final del
día el arroz es acompañado con queso o lo que encuentro,
porque el arroz admite compañías distintas. La mente, en
esta maravillosa quietud sin zozobras, va formando proyectos, gestando
futuras rutas, eligiendo amigos con los cuales realizar cruceros, <construyendo>
el barco ideal, que será la resultante de la larga experiencia.
Piensa también en que otros se sientan estimulados, salgan del reducido
cauce en el cual se desenvuelven sus vidas y logren un concepto más
amplio de la verdad”.
- “Los días se alargan
con la calma y atisbo el barómetro, que se mantiene inconmovible
en 784. Dentro de toda esa felicidad, un pequeño inconveniente,
que nunca falta, me molesta. Es que me cuesta respirar con ese maldito
dolor en las costillas. Por suerte no hay trabajo a bordo. Y otra cosa
suele acontecer: al dejar ir la mente hacia los recuerdos, se advierte
que la distancia es grande todavía. En esos instantes, los recuerdos
hacen mal, y por ello suele verse a muchos marinos en las calmas caminar
nerviosamente por cubierta de un lado a otro mascullando impropedios. Es
que falta el trabajo, el máximo entretenimiento.”
- “Se espantaran algunos al
pensar en mi soledad en este enorme Pacifico. No me aparto de la ruta de
los <cuarenta bramadores>; los voy buscando, los necesito; pero aquí
parecen que estuvieran anémicos. Es inútil que el barómetro
baje 150 . No aparecen”.
- “El barómetro marca
760º. Parece que ahora es una realidad. Mis viejos amigos los chubascos
se hacen presentes, arreciando el temporal con vientos fuertes del norte,
que hacen trabajar mucho al Lehg II por la mar de través que lo
toma a una cuarta por la proa. Comenzamos a embarcar agua. El barco desarrolla
su máxima velocidad con todo el trapo. Mi singladura alcanza ciento
cincuenta millas en las 24 horas. Me mantengo al timón durante cuarenta
consecutivas para aprovechar la feliz circunstancia. Me mojo, trabajo,
me canso, pero es mucho mejor que la calma que dilataba el viaje. Terminadas
las largas guardias, cuando voy a descansar, lo hago dejando al Lehg II
con el timón amarrado por una banda, y de la otra haciéndole
pasar un lazo para mantenerlo en flexibilidad. He llegado a comprobar que
es la única forma en que el barco puede navegar solo. El punto exacto
de amarre es el resultado de la experimentación de cuatro o cinco
horas antes de abandonar mi puesto, pues serian suficientes unos centímetros
de más para que el Lehg II se desviara de la ruta, por su gran sensibilidad”.
- “El domingo 28 entro en
la última hora de longitud en mi carrera alrededor del mundo, pues
ya tengo alcanzado los 90º de longitud oeste”.
- “Llego a la conclusión
de que he navegado 330º de los 360º que es el total de la circunferencia
terrestre. Quedan tan solo un saldo de 15º para llegar a destino,
pero cuando me encuentre en Valparaíso deberé recorrer aun
tres mil millas por la difícil ruta del cabo de Hornos para transponer
en realidad las setecientas que separan ese puerto de Buenos Aires”.
- “El domingo 11 de abril,
a las 8 de la noche, al asomarme diviso por la proa, ligeramente a babor,
después de setenta y un días de marcha sin haber visto tierra
alguna, los pantallazos del faro de punta Caraumillas. Indican que detrás
se encuentra Valparaíso y confirman la exactitud de mi navegación.
A la mañana siguiente, la costa surge ante mi, pero, con el viento
débil, la marcha se retarda en el preciso instante en que la ansiedad
aumenta.”
- “Voy aproximándome
al puerto de Valparaíso, a América, a mi casa... Al caer
la noche y frente a Punta Ángeles, quedo encalmado... La costa se
encuentra a cien metros y me esta vedada. En el silencio de la noche, la
marcha de los autobuses iluminados me transmite su rumor. El silbar de
alguien , que creo es un muchacho, hace que me anime a pedirle un favor.
- -!Muchacho... _ grito
- El silbar se interrumpe.
- Al momento se reanuda.
- -- ¿Me oís?
- Nadie contesta. A poco,
nuevamente el silbo.
- Hazme el favor: comunica
a la Gobernación Marítima que me encuentro encalmado... A
ver si puede venir un remolque ...
- El silbo parece quebrase
con mis palabras; el silencio hace de pausa y otra vez la tonadita.
- Es inútil. No llega
a comprender que necesito de sus servicios... Cercanas están las
rompientes de la costa. Por proa creo descubrir una roca . Pero... es una
lancha que se dirige hacia mí. De a bordo me gritan:
- - ¿ Era usted
quien se encontraba al garete esta mañana?
- - El mismo.
- - Nos dijo el farero...
Por eso venimos...
- Al poco están a la
banda. Es una lancha de Gobernación. La tripulan dos suboficiales.
Me reconocen y cruzamos saludos emocionados. Los invito a bordo. Brindamos.
Les obsequio un libro del viaje que hiciera con el Lehg I.”
- “A las 10 de la noche quedo
fondeado junto al remolcador León... Me invitan a ir a tierra...
Recorremos distintas callejuelas y vamos sucesivamente recalando en esos
<puertos> llenos de botellas que se encuentran en todos los lugares
próximos a la ribera. A las tres de la mañana compruebo que
la <marea> ha llegado al punto más alto. Ante el peligro que
desborde, solicito a mis acompañantes retornar a bordo... Llego
a la cubierta del Lehg II y creo buenamente que ha venido el momento de
descansar. mis amigos se alejan con la lancha, pero de a bordo del León
alguien me dice:
- -Buenas noches... Le
vendrá bien una tacita de café antes de acostarse...
- ¿ Para qué
oponerse ? Quizá tenga razón.
- Voy al León...Las
horas ruedan y se acerca el nuevo día. Hemos quedado en que iré
a dormir. Una hora tan solo. Después ellos me traerán una
cacerola y yo les preparare un chocolate como se estila en el Lehg II.
Cierro los ojos, cansados; el Lehg II me recuerda una cuna y quedo profundamente
dormido”.
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