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Retornar a Vito Dumas

NUEVA ZELANDA - VALPARAISO - 1942
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Dumas estuvo 33 días en el puerto de Nicholson, en Wellington, capital de Nueva Zelanda, luego de la etapa más dura de su viaje. Esta estadía sirvió tanto para reacondicionar al Lehg II como a su extenuado tripulante. Durante esta escala, al igual que en otras, Vito Dumas se relacionó con muchas personas que le aportaron una invalorable ayuda, veamos algunas de las anécdotas vividas en ese puerto.

(VD) “Me dirigía tranquilamente para la ciudad, como lo hacia todas las mañanas, cuando se detuvo un coche, del que descendió una señora que actuaba en el servicio de correos; desempeñaba un cargo auxiliar de emergencia. 
-Buenos días, mistar Dumas. Aquí tiene un telegrama.  
Supuse que se trataba de una nueva felicitación; pero al ir leyendo las palabras consignadas en el papel no tuve más remedio que sentarme en el césped del paseo en el que me hallaba. El jardinero detuvo su trabajo, asombrado de mi actitud. 
-¿ malas noticias? - fue su pregunta. 
La gente que pasaba también se detenía. La señora portadora del telegrama no ocultaba su ansiedad. 
-¿ que acontece ? -se animó a preguntar. 
Leí el telegrama en voz alta para el imprevisto auditorio. Comenzaba con una felicitación y luego decía: “si necesita dinero, pida” La carcajada fue general. Y allí mismo, sobre el guardabarro del coche, redacte la respuesta, en la que todos colaboraban para que fuera de lo más concisa y expresiva, a fin de que el gasto no resultara excesivo. Y escribí lo siguiente: “Gracias stop Sí stop inmediatamente.” No olviden que al atracar en Wellington, yo tenia dos libras esterlinas”... 
“Pasaba en Wellington momentos muy agradables en compañía del comandante F. Bisley y del teniente Minshall; unas veces a bordo de los barcos de guerra; otras, en un hermoso departamento, en el cual nosotros mismos hacíamos la comida. Lo curioso de tales reuniones era que no se utilizaban mesas, sino que se comía en el suelo, a usanza árabe, aun concurriendo damas. Y así iban transcurriendo los días. Las reparaciones necesarias del Lehg II, que eran escasas si consideramos las dificultades afrontadas, iban siendo realizadas gracias a la gentil colaboración de los marinos de Gran Bretaña y los Estados Unidos radicados allí temporariamente. Retribuía yo esas atenciones con el saldo que me quedaba de whisky: tenia dos botellas y me podía considerar millonario.”

 

Finalmente llego el día de la partida, fijado por Dumas para el 30 de enero. Al igual que en Ciudad del Cabo cuando esa llamada del mar llegaba nada podía detener al marino y a subarco para enfrentar nuevas singladuras. Estas son la primeras experiencias de esta terceraetapa contadas por el mismo Vito.

(VD) “Son las once de la mañana de ese 30 de enero. Es sábado. El barco en franquia, toma rápidamente velocidad. He dirigido la proa al canal, y sucesivamente voy dejando todos esos lugares que ya me son familiares. El viento llega a los 80 kilómetros por hora. El agua es pulverizada y despedida por el aire, formando una cortina blancuzca.” “Físicamente me encuentro bien. Con la estada en Wellington, los síntomas del beriberi han desaparecido. Mi vista se dirige una y otra vez a los recantos de esa costa que se torna invisible. Al frente, el enorme océano Pacifico. Más de cinco mil millas deberé recorrer para llegar a Chile. La ruta que emprendo no tiene puntos de apoyo.” “A pesar de todo lo que debo andar, siento una gran alegría, porque, de llegar a mi destino, significa para mi el haber prácticamente dado la vuelta al mundo.” “En esos primeros días de navegación voy tratando de adaptarme al Pacifico, que es diferente del Indico. Las olas son mucho mas largas; las nubes, altas, y sólo de tanto en tanto cruzo zonas de niebla. Me brinda la oportunidad de ver muchas veces el sol. El viento, del cual esperaba que soplara del oeste, es variable y nunca se afirma, sino que ronda del norte al sur. Siempre existe algo de desconfianza frente a una cosa que no se conoce. Por ello estoy, atento a cualquier variación de barómetro, a fin de evitar sorpresas. El viernes 5 me encuentro a 41º 24’ sur y 169º 30’ oeste, a unas seiscientas millas al este de Nueva Zelanda. El día 8 resuelvo cerciorarme de la avería que tengo por la banda de babor, y compruebo que lo que suponía una simple raspadura es una tabla quebrada. Reparo el inconveniente colocándole un trozo de cámara de auto adherido con pintura, y, para afirmar la goma, un pedazo de madera asegurado con tornillos. a
Son muchos los navegantes que han desaparecido sin dejar el más mínimo indicio de lo queles paso. Al Hansen un navegante solitario noruego, amigo de Dumas y otros son testimonio de ello, donde seguramente algún imprevisto origino un naufragio del que no quedaron rastros. Veamos esta curiosa anécdota, que podría haber terminado en una tragedia.

  

(VD) “Me encuentro en la camareta y descubro escondida tras un mamparo una navaja marinera que suponía perdida. Me ocasiona una gran alegría. Antes de volver al timón tomo un trozo de pan negro que aun me queda de Nueva Zelanda, y en el instante de asomarme por la camareta quedo paralizado: me invade, me domina un escalofrío. En el primer momento, no se si el barco esta sobre una roca. !No El Lehg II está tratando de abrirse camino entre dos ballenas. El barco, al tomar un pequeño impulso, quiere trepar sobre el lomo de una de ellas y luego cae. Los segundos son angustiosos, interminables. Es posible que las ballenas nada le hagan a la embarcación; quizá la que siente la proa del Lehg II suponga que es su compañera la que la está tocando, pues parecen dormidas. No atino a nada. El Lehg II se ha metido en un lío, y espero que se las arregle. No quiero moverme, porque acaso sobresalte a esos dos monstruos. El barco, dócilmente, con una lentitud que aterra, se abre camino por su cuenta y va dejando los obstáculos. Respiro. El corazón torna a su ritmo”.
La navegación por el Pacifico se desarrolla sin mayores sobresaltos. Dumas nos cuenta como transcurren los días en la absoluta soledad del océano.
(VD). “ Mi alimentación es más variada. Aparte el infaltable chocolate con manteca y galleta, como manzanas, duraznos y algunas golosinas, porque llevo también varias cajas de bombones; cantidad de frutas secas: nueces, pasas de uvas, de higos; no falta el budín ingles: en suma estoy pasando días de gran felicidad.
El Lehg II realiza singladuras que alcanzan las ciento treinta y cinco millas. Por la noche tengo oportunidad de ver la dirección en que caen meteoros en el espacio, llamados estrellas fugaces. Según la dirección en que caen, de allí soplará el viento”.
“A esta altura de mi viaje comienzan a soplar los vientos contrarios, y para evitar un mal rumbo capeo. El barómetro llega a ascender a los 780º, y la temperatura es de 17 º. Por lo general, duermo toda la noche; a la mañana me desayuno; al mediodía ingiero algo frío, y al final del día el arroz es acompañado con queso o lo que encuentro, porque el arroz admite compañías distintas. La mente, en esta maravillosa quietud sin zozobras, va formando proyectos, gestando futuras rutas, eligiendo amigos con los cuales realizar cruceros, <construyendo> el barco ideal, que será la resultante de la larga experiencia. Piensa también en que otros se sientan estimulados, salgan del reducido cauce en el cual se desenvuelven sus vidas y logren un concepto más amplio de la verdad”.
“Los días se alargan con la calma y atisbo el barómetro, que se mantiene inconmovible en 784. Dentro de toda esa felicidad, un pequeño inconveniente, que nunca falta, me molesta. Es que me cuesta respirar con ese maldito dolor en las costillas. Por suerte no hay trabajo a bordo. Y otra cosa suele acontecer: al dejar ir la mente hacia los recuerdos, se advierte que la distancia es grande todavía. En esos instantes, los recuerdos hacen mal, y por ello suele verse a muchos marinos en las calmas caminar nerviosamente por cubierta de un lado a otro mascullando impropedios. Es que falta el trabajo, el máximo entretenimiento.”
“Se espantaran algunos al pensar en mi soledad en este enorme Pacifico. No me aparto de la ruta de los <cuarenta bramadores>; los voy buscando, los necesito; pero aquí parecen que estuvieran anémicos. Es inútil que el barómetro baje 150 . No aparecen”.
“El barómetro marca 760º. Parece que ahora es una realidad. Mis viejos amigos los chubascos se hacen presentes, arreciando el temporal con vientos fuertes del norte, que hacen trabajar mucho al Lehg II por la mar de través que lo toma a una cuarta por la proa. Comenzamos a embarcar agua. El barco desarrolla su máxima velocidad con todo el trapo. Mi singladura alcanza ciento cincuenta millas en las 24 horas. Me mantengo al timón durante cuarenta consecutivas para aprovechar la feliz circunstancia. Me mojo, trabajo, me canso, pero es mucho mejor que la calma que dilataba el viaje. Terminadas las largas guardias, cuando voy a descansar, lo hago dejando al Lehg II con el timón amarrado por una banda, y de la otra haciéndole pasar un lazo para mantenerlo en flexibilidad. He llegado a comprobar que es la única forma en que el barco puede navegar solo. El punto exacto de amarre es el resultado de la experimentación de cuatro o cinco horas antes de abandonar mi puesto, pues serian suficientes unos centímetros de más para que el Lehg II se desviara de la ruta, por su gran sensibilidad”.
“El domingo 28 entro en la última hora de longitud en mi carrera alrededor del mundo, pues ya tengo alcanzado los 90º de longitud oeste”.
“Llego a la conclusión de que he navegado 330º de los 360º que es el total de la circunferencia terrestre. Quedan tan solo un saldo de 15º para llegar a destino, pero cuando me encuentre en Valparaíso deberé recorrer aun tres mil millas por la difícil ruta del cabo de Hornos para transponer en realidad las setecientas que separan ese puerto de Buenos Aires”.
“El domingo 11 de abril, a las 8 de la noche, al asomarme diviso por la proa, ligeramente a babor, después de setenta y un días de marcha sin haber visto tierra alguna, los pantallazos del faro de punta Caraumillas. Indican que detrás se encuentra Valparaíso y confirman la exactitud de mi navegación. A la mañana siguiente, la costa surge ante mi, pero, con el viento débil, la marcha se retarda en el preciso instante en que la ansiedad aumenta.”
“Voy aproximándome al puerto de Valparaíso, a América, a mi casa... Al caer la noche y frente a Punta Ángeles, quedo encalmado... La costa se encuentra a cien metros y me esta vedada. En el silencio de la noche, la marcha de los autobuses iluminados me transmite su rumor. El silbar de alguien , que creo es un muchacho, hace que me anime a pedirle un favor.
-!Muchacho... _ grito
El silbar se interrumpe.
Al momento se reanuda.
-- ¿Me oís?
Nadie contesta. A poco, nuevamente el silbo.
Hazme el favor: comunica a la Gobernación Marítima que me encuentro encalmado... A ver si puede venir un remolque ...
El silbo parece quebrase con mis palabras; el silencio hace de pausa y otra vez la tonadita.
Es inútil. No llega a comprender que necesito de sus servicios... Cercanas están las rompientes de la costa. Por proa creo descubrir una roca . Pero... es una lancha que se dirige hacia mí. De a bordo me gritan:
- ¿ Era usted quien se encontraba al garete esta mañana?
- El mismo.
- Nos dijo el farero... Por eso venimos...
Al poco están a la banda. Es una lancha de Gobernación. La tripulan dos suboficiales. Me reconocen y cruzamos saludos emocionados. Los invito a bordo. Brindamos. Les obsequio un libro del viaje que hiciera con el Lehg I.”
“A las 10 de la noche quedo fondeado junto al remolcador León... Me invitan a ir a tierra... Recorremos distintas callejuelas y vamos sucesivamente recalando en esos <puertos> llenos de botellas que se encuentran en todos los lugares próximos a la ribera. A las tres de la mañana compruebo que la <marea> ha llegado al punto más alto. Ante el peligro que desborde, solicito a mis acompañantes retornar a bordo... Llego a la cubierta del Lehg II y creo buenamente que ha venido el momento de descansar. mis amigos se alejan con la lancha, pero de a bordo del León alguien me dice:
-Buenas noches... Le vendrá bien una tacita de café antes de acostarse...
¿ Para qué oponerse ? Quizá tenga razón.
Voy al León...Las horas ruedan y se acerca el nuevo día. Hemos quedado en que iré a dormir. Una hora tan solo. Después ellos me traerán una cacerola y yo les preparare un chocolate como se estila en el Lehg II. Cierro los ojos, cansados; el Lehg II me recuerda una cuna y quedo profundamente dormido”.
De esta forma termina la tercera etapa del viaje de Vito Dumas alrededor del mundo. Falta la cuarta, que si bien es la más corta, no por ello deja de ser muy riesgosa ya que se trata de cruzar el cabo de Hornos. Veamos como vivieron los medios periodísticos de la época el arribo al puerto de Valparaíso:

Revista NEPTUNIA Nº 261 abril de 1943 Valparaíso (Chile), Abril 17 de 1943 .

Escrita la carta aérea con una información sobre Vito Dumas, dos horas después tuve el gusto de encontrarlo y hacerle una breve entrevista , cuyo resumen es el siguiente, y le ruego adjuntar a la otra información.

Recorrido el trayecto con felicidad, ha tenido solamente dos contratiempos, un rumbo en el costado de babor, por la amura. sobre la línea de flotación, al salir de Wellington y chocar contra la escollera y unas molestias en el aparejo firme en un trabajo efectuado en el mismo puerto. Por lo demás, tanto el casco como el aparejo necesitan un recorrido antes de emprender la ultima etapa , que es dura. Hoy sábado 17, los rotarios de Valparaíso le darán un almuerzo a Dumas en el Astur Hotel y vino a invitarlo el presidente del Yachting Club, señor Betteley. Dumas trae algunos hermosos recuerdos de su viaje, mascaras rituales africanas, figuras y tallados de arte maoríes, hechos en concha madreperla, conchas hermosísimas y cientos de otros recuerdos. En la cabina tiene un Cristo (crucifijo) que perteneció a galeón español. Su aspecto es de una envidiable salud. En el avión que sale el Martes van fotografías; no las mando ahora porque no alcanzan a entregármelas para enviarlas en el avión de mañana.

Carlos Mac Iver Ross - Valparaíso (Chile), Abril 19 de 1943    

Sr. Varesini: Le incluyo fotos. Dumas fue invitado y calurosamente felicitado por S.E. don Juan Antonio Ríos, Presidente de Chile. a Santiago, a una audiencia especial; lo conoció en el almuerzo que se efectúo el sábado 17 en el Rotary Club.  
Vito Dumas está solamente en el comienzo de los festejos de que será objeto, pues todos los agasajos hasta hoy han sido de carácter intimo, pero el martes 20 de Abril se le dará un gran banquete por el Yachting Club, para el cual ya hay numerosas adhesiones, como una manifestación pública de simpatía por su enorme hazaña náutica, pues a los chilenos nos entusiasma todo lo que tenga relación con el mar. Los comentarios están demás sobre lo grande de esta travesía, ya cumplida en su mayor parte y con tanta rapidez como valentía y pericia y al cual auguramos el más feliz termino para gloria del deporte de Argentina y América.   
Carlos Mac Iver Ross


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