BUENOS
AIRES - CIUDAD DEL CABO - 1942
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Este viaje, como muchos otros, comenzó bastante antes de aquel famoso 27 de Junio de 1942, se fue gestando lentamente como lo demuestra con sus propias palabras...
V.D-" En los días de lluvia, encerrado en casa con los mapas extendidos sobre la mesa, atravesaba los mares, estudiaba la ruta imposible... Pero cual es la fuerza que me impulsa a partir, a arrastrarme hacia un destino que forzosamente me obliga a romper con toda esta normalidad? Será que siento la necesidad de demostrar que todo no esta perdido, que aun quedan soñadores, románticos, visionarios? La juventud necesita un ejemplo.
Sin pretensiones, creo poder constituirme en eso. Dentro de mi se debaten dos razones: una, la de quedarme aquí, tomando el desayuno a una hora establecida, esperara a alguien, convivir, leer los diarios y comentar con el amigo cualquier tema, aparte el plan de trabajo, por supuesto; el reloj seguirá marcando sus horas y seré uno de tantos que en el mundo realizan las mismas tareas, uno entre millones de seres en esperar el mañana repetido; otra razón, la de responder a esa llamada que esta definida en el poema " Febre marina " de John Masefield, más desinteresado, más altruista si se quiere. Pienso que la juventud de América me necesita. Acaso sea exagerada ilusión de mi parte, pero así lo siento."
En estas líneas vemos cuales fueron los motivos que lo impulsaron a encarar esta aventura, tengamos en cuenta el momento histórico en el que nos encontramos, el mundo estaba sumido en la mas destructiva guerra de toda la historia de la humanidad, se luchaba en Europa, Asia, África, y América. En Argentina, que si bien no era un país beligerante, toda esa matanza no era ajena, muchos tenían familiares y amigos en esos piases.
V.D -" La decisión fue terminante; el primer paso estaba dado. Ya nada me detendría; debía decirle adiós a lo simple y quizá para siempre. La incógnita de la < ruta imposible > estaba al frente. Mis cartas de navegación, el instrumental, el cronometro, la vieja brújula, las tablas, todas esas cosas que me eran tan queridas y que conservaba, me acompañarían nuevamente por los mares. Ese día geste en mi la idea de marchar siempre rumbo al amanecer".
Cómo describía Vito Dumas su propio barco..?
V.D - " Necesitaba
hallar un compañero. Sin él, la empresa no seria posible. Era
el Lehg II, barco que había hecho construir en 1934 pensando en una
probable vuelta al mundo"..."
El barco es un doble proa de 9,55
metros de eslora, 3,30 de manga y un calado de 1,70 totalmente cargado. Su
quilla de hierro pesa tres mil quinientos kilos. Agreguemos al peso de los
comestibles los cuatrocientos litros de agua, repartido en dos tanques, y
los cien litros de queroseno destinados a la cocina y las luces. Las provisiones
cubrirían mi permanencia en el mar durante un año sin contar
ayuda.
El LEHG II iba arbolado de queche,
lo que equivale a decir: con dos mástiles. el mayor era del anterior
LEHG y fue construido en Francia en 1918. En el momento de iniciar mi viaje,
ese mástil tenia treinta años.
La propulsión se conseguía
por el juego de cuatro velas: un tormentín, una trinquetilla, una mayor
y una mesana. Llevaba un juego completo de recambio, una vela más pequeña
para las tormentas y otra enorme, confeccionada en tela muy delgada, que haría
las veces de balón en los casos en que me sorprendieran las calmas".
Como vemos las dimensiones y comodidades con que contaba el Lehg II, harían sonreír a cualquier nauta de hoy acostumbrado a los GPS, los ploter cartográficos, radares y muchos otros instrumentos que han ayudado enormemente a que la navegación sea cada día mas segura, es por ello que no deja de sorprender la magnitud de esta hazaña si tomamos en cuenta que como todo instrumental Vito Dumas tenia, un sextante, un cronometro y un compás. El Lehg II, como el mismo Dumas nos lo explica, fue un barco muy pensado, teniendo siempre como objetivo un viaje de esta naturaleza.
V.D - " La eslora de un barco en alta mar, máxime como la del LEHG II, que llega a los nueve metros cincuenta y cinco centímetros, encontraría oposición en algunos entendidos, admitiendo que no es la eslora ideal; pero recordare al respecto una verdad dicha por el redactor de EL GRÁFICO don Julio Martínez Vázquez, quien, al preguntarme en Valparaíso sobre mis proyectos para el futuro, que nunca faltan en la mente del marino, le conteste que, de ser el LEHG II adquirido para dejarlo descansar en un museo, pensaba construir otro con eslora mayor, de quince metros. Entonces me replico: <Estaría mucho más tranquilo en un barco como este que en otro mayor.>
Es evidente. Quizá me dejaba arrastrar, en aquel proyecto, por la ilusión de una comodidad, pero la practica ha demostrado que la eslora del LEHG II y el tipo de casco doble proa permite fáciles salidas de agua con cualquier mar, agilidad rayana a la de un acróbata de circo, y, por sobre todas las cosas, el reparo de la misma ola, que hace que no produzca estragos en la obra muerta, pues ofrece menor resistencia. No quise colocarle mástiles más allá de los nueve metros contando desde cubierta, pues lo único que hubiera conseguido habría sido hacerle escorar mucho más en una navegación sumamente dificultosa".
Respecto a la resistencia y fortaleza del barco Vito Dumas tenia plena confianza en él.
V.D - " Conocía muy bien al barco y sabia de su aguante y comportamiento en alta mar. En un viaje a Río de Janeiro realizado en 1937, al regreso fui sorprendido por un pampero que soplo a ciento cuarenta kilómetros por hora." " Era un atardecer y preparaba chocolate, en la espera de pasar la noche lo mejor posible. Afuera, el viento había hecho estragos en el velamen. Solo quedaban jirones. La vista de ese mar embravecido producía escalofríos. Estaba yo capeando, aguantando proa a la tormenta.
De repente, lo imprevisto: una enorme sacudida y me sentí despedido. El golpe fue espantoso. Siguiendo el movimiento del barco, rodé hasta encontrarme sentado en el techo de la camareta. por unos segundos, eternos segundos, los mástiles quedaron apuntando al fondo del mar y la quilla al cielo. El chocolate flotaba en ese piso que era un techo.
Sin referencias externas, pense que el barco se hundía. algo atontado por el golpe, tuve la sensación de que todo acababa... y sin defensa. Las manos, ensangrentadas, las sentía calientes. Era impotente ante el suceso. Como salir de ese encierro en el que reinaba el mas absoluto desorden? La quilla Hacia arriba, los mástiles hacia abajo y el LEHG II que seria invadido por las aguas... La camareta herméticamente cerrada. Me hallaba en una cárcel sin salida en un ataúd. Me entregue al destino. Hasta una especie de laxitud me invadió; un no se que de conformidad, de agradecimiento y de respeto a la muerte tantas veces desafiada. Iba llegando, mientras el barco se hundiría. Nació en mi un abandono total. No quedaba una sola posibilidad de lucha. Sin armas, me resigne blandamente. Se me ocurrió que iba siendo otra vez niño.
El LEHG II fue recobrando lentamente
su posición normal. Llegaba una esperanza, aunque tardaba mucho. En
cuanto fue posible, salte a cubierta. La laxitud fue remplazada por la mayor
energía. Fuerzas de todos lados me animaban: de los músculos,
del cerebro, de los nervios... venían a raudales, como en bandadas.
Mire el mar y sonreí. Cara
a cara nos mirábamos. Ya no estaba en el ataúd. Me encontraba
en cubierta. El chinchorro estaría lejos, semihundido. No importaba
nada. Podía luchar y con los ojos jubilosos, con el corazón
esperanzado, dueño de todas mis facultades y mis fuerzas. Se lo agradecí
al barco con toda mi alma, hablándole diciéndole un montón
de palabras que el viento huracanado arrastraba. Y en ese recuerdo se afirmo
mi fe futura en el LEHG II."
La partida fue programada para el 27 de Junio de l942, los preparativos llevaron meses de trabajo y la invalorable colaboración de un grupo de personas que ayudaron a poner a punto todos los detalles para un viaje de esa naturaleza.
V.D - " El LEHG II fue llevado a Dársena Norte, en donde el Yacht Club Argentino resolvió por su cuenta colocarlo en condiciones de hacerce a la mar. El dibujante Manuel M. Campos, que controlaba las reparaciones, diseño la arboladura y calculo el velamen necesario para afrontar los terribles mares por donde realizaría el viaje.
El velamen fue confeccionado por los hermanos Russo, viejos amigos de la Boca y verdaderos artistas en su especialidad... Por suerte mi viejo Club de Gimnasia y Esgrima de buenos Aires deseaba ayudar en algo. Pago el velamen. Esa parte ya estaba salvada. Las reparaciones, También. Solo quedaba un detalle y muy simple: mi dinero no bastaba para adquirir el barco.
Pensaba completarlo vendiendo un lote de vacas, pero las pobres, yendo del campo a la feria y luego a otra feria, andando y andando sin hallar comprador, estaban tan flacas que ya no marchaban. Que ironía cuando vendí el LEHG II adquirí un tractor; ahora tenia que vender vacas para obtenerlo.
-Las vacas no dan más, me informan - exprese a Arnoldo Buzzi-. Se van a morir en los caminos. -Yo le combatí siempre su proyecto, pero ya que esta decidido a marcharse, deje las vacas quietas; que engorden. Aquí tiene el dinero que le falta para el barco -fue su contestación. Por otra parte tenia la preciosa colaboración de varios timoneles del <Club Buchardo>, a quienes yo llamo amablemente <negreros>. Trabajan intensamente en el LEHG II y por placer. Ellos mismos llevan el mate y los bizcochos. Hundían un clavo, y tomaban un mate; un tornillo, y un mate. Risas en una tarea en la que el tiempo no contaba. Difícil es calcular el valor de esa colaboración, que nunca olvidare."
Como dijimos la partida fue programada para el 27 de Junio. Veamos como fue registrado el hecho por los medios periodísticos de la época:
Ahora soy nada mas que un niño."... "la noche es negra. No se distinguen señales de vida por ningún lado. Llevo casi cuarenta horas de trabajo continuado. No he probado alimento alguno."... "He navegado hasta ahora sin luz. Penetro en la camareta, lo que no hago desde que partí.
Me llama la atención advertir agua en la sentina . Procuro encender un fósforo para dar luz, pero tengo las manos duras, toscas, y los malgasto uno tras otro. La misma caja, mojada, la arrojo por la borda. No se que ocurre. Será nerviosidad, la falta de practica porque hace unos años que no navego, pero ya estoy en la tercera caja tratando, con un poco mas de tranquilidad, encender un fósforo.
Al fin lo consigo. Un marino debe pensar en sí, recién después de haber hecho todo lo que el barco necesita. Por lo pronto comienzo a desagotar el agua de la sentina, y debo declarar aquí que, desde que navego, jamás use bomba de achique. Siete baldes de agua hecho por el tambucho de la camareta; es la que se ha filtrado desde que salí de Montevideo. ello me llama la atención, pues el Lehg II nunca hizo agua."... "
A medianoche quedo consternado al comprobar que el agua ha cubierto el piso de la camareta. Lo mas terrible es que, por efecto de los bandazos, esa agua amenaza echar a perder todo lo que llevo en el interior. Febrilmente me dispongo a la dura lucha de sacarla balde a balde. La tarea se torna penosa. Muchas veces, el balde que esta a medio camino vierte todo el liquido sobre mi persona.
Me encuentro completamente empapado. tengo las manos agrietadas y me duelen. Pienso que algo raro acontece. No es posible que un barco que jamas hizo un balde de agua, en el espacio de unas horas se inunde al extremo de que, si el mal tiempo no me permitiera achicar, me hundiría irremisiblemente. Desesperado, trabajo para que no quede agua alguna en el interior y para descubrir así la filtración. Pero tropiezo con un obstáculo: la mayor parte de la sentina, es decir, debajo del piso, esta completamente obstruida con cerca de quinientas botellas de bebidas.
Con el barco que se mueve furiosamente a impulso del vendaval, tengo que mover la estiba, botella por botella. Después de tan fatigoso esfuerzo descubro que no es allí el desperfecto. Inspecciono desde popa hacia proa, pero aquí están ubicadas las latas de galleta. Se agrava la cosa porque en proa es donde mas se sienten los golpes. El desplazamiento de las latas al ser transportadas a la camareta me producen heridas en las manos y en el cuerpo.
Por fin descubro la filtración. Una tabla, a la altura de la línea de flotación del casco, se encuentra astillada. No es momento de averiguar la causa. Rápidamente me procuro un pedazo de lona, pintura en pasta, masilla y un trozo de madera. Con clavos y un martillo tapono la vía de agua. Es tanto el deseo de hacer rápido la operación, y la lampara que me ilumina se balancea en tal forma, que al quedar en la oscuridad descargo martillazos en mi mano. El trabajo queda provisoriamente bien. El agua filtra, pero en escasa cantidad. Vuelta a colocar las latas en su lugar."
Sin duda este relato muestra el temple de Vito Dumas, y las primeras dificultades que tiene que afrontar en su viaje. Es justamente en esta etapa donde ocurre un hecho singular, que nos pinta de cuerpo entero el gran marino que era:
V.D - "A las 8 de este día ( 5 de Julio ) me siento enfermo. Tengo una infección en el brazo derecho y abiertas varias heridas en la mano. Comienzo a notarme deprimido. Carezco de voluntad para timonear. Resuelvo quedarme en la cama. El 6 de Julio, el brazo sigue mal. El mar ha calmado por fin. El viento tiene gran intensidad. A las diez establezco la vela de capa, una vela para tormenta más pequeña que la mayor que he usado hasta ahora. Este trabajo, ya de por si dificultoso en una cubierta que se zarandea, ha sido agotador porque mi brazo derecho esta casi inutilizado por la infección, que empieza a preocuparme."... "
Tengo las manos vendadas y cada maniobra, cada tarea impuesta por el trajín de a bordo, me produce dolores intensos. El camino es largo y no he dejado de pedir a Dios que me guíe"... "La mano y el brazo derecho se hinchan más y más impidiéndome todo movimiento. El dolor se acentúa y la fiebre aumenta. Al anochecer resuelvo darme una inyección antipiógena. Transcurre la noche postrado sobre la cucheta, aquejado de dolores y con fiebre en aumento"... " Decido aplicarme otra inyección antipiógena. Esterilizo la aguja y logro introducirme un centímetro cubico de remedio. La tarea tiene que ser realizada con la mano izquierda, la que es muy torpe para esas delicadas operaciones." ... "
Al día siguiente me aplico la tercera inyección. El brazo tiene un diámetro alarmante y la fiebre no baja de los 40º. Me pongo a cavilar acerca de las funestas consecuencias que sobrevendrán si no resuelvo hacer algo mas definitivo. El mal no cede. Con la fiebre que atormenta, el dolor terrible que no deja ni dormir, la situación no puede prolongarse. Es absolutamente necesario tomar una decisión. Esa noche seria la ultima con el brazo en tal estado. A tierra no hay tiempo de llegar. Si a la mañana siguiente el mal no evoluciona favorablemente, habrá que amputar el brazo inútil, que llevo a la rastra y del que emana ya un olor a descomposición. Se muere y me lleva consigo en su camino; ello significa una septicemia. No puedo permitirlo sin antes jugar la ultima carta.
Drena por varias bocas abiertas en la mano, pero no consigo localizar el foco infeccioso en esa masa informe. Un hachazo, la navaja marinera, será a la altura del codo o del hombro, pero en algún lugar se procederá a la amputación. Pienso en las escasas herramientas de que dispongo para la intervención. Ya no interesan ni el barco, ni la ruta, ni el viaje. Débil, afiebrado, dolorido, angustiado hasta lo indecible, cualquier movimiento impuesto por ese zarandeo interminable contribuye a que el dolor se intensifique. Las horas van rodando en esa larga noche, que la quiero dormir, acaso para siempre. Los elementos de medicina que llevo son insuficientes. Lo tengo bien comprobado en este triste caso.
Como ultima posibilidad queda la amputación, pero... bastara?... No era definitivo entregarle un brazo a la muerte, pero... no sobrevendrán nuevas complicaciones?... En esa larga e inolvidable noche surge del fondo del ser, de lo mas escondido, una esperanza hecha ruego religioso. Me remito a Santa Teresita. Le solicito me ayude, y caigo inconsciente, no se por cuanto tiempo...
En la madrugada del 12 de Julio, alrededor de las dos, me desperté. La colchoneta estaba mojada. Supuse que una ola rota en cubierta había penetrado por los ojos de buey. Pero sabia que estos se hallaban herméticamente cerrados. Al moverme, sentí mi brazo mas liviano. La alegría no encontró limites. En la mitad del antebrazo se había abierto una enorme boca de ocho centímetros de diámetro y por allí drenaba abundantemente. Pretendí con el punzón de la navaja marinera extirpar la raíz del mal. La escena era macabra a la luz mortecina del farol que se balanceaba. Mi debilidad y la vista impresionada ante el estado del brazo no pudieron resistir. Resolví aplicar una compresa de algodón impregnada en óleo calcáreo. Luego aplique la cuarta inyección antipiógena".
Es interesante ver como el hombre de tierra lentamente va dejando paso al marino. La redacción amena y simple de Dumas nos muestra en los siguientes párrafos esa transformación.
V.D - "Ese día, como para asociarse a mi mejoría, apareció el sol. El viento rolo al sur y comencé , instintivamente , a colocar las cosas en orden: limpie la miel que había quedado esparcida y desinfecte la colchoneta, todo con un brazo solo. El futuro aparecía más sonriente. Renovaba las compresas, me iba alimentando, el cuerpo reaccionaba.
El 13 de Julio tome de nuevo el timón, que durante varios días no sostenía en mi mano sino por breves momentos."... "Al día siguiente ( 15 de Julio ) y bien temprano voy al timón, hasta que a mitad de la jornada, ya en mejores condiciones el brazo, puedo realizar la tarea de situarme, cálculo que arroja lo siguiente: Latitud, 36º sur; Longitud, 41º,50'' oeste; vale decir que he recorrido setecientas veinte millas al este de Montevideo. Todavía me hallo en la zona de veinticuatro días de temporal al mes como promedio.
Por la tarde achico y para recobrarme un tanto de esa tarea me siento en la bancada de la camareta a contemplar, como una novedad, ese mundo que me rodea. Me siento feliz por primera vez desde que zarpe."... "Las horas transcurren con esa tranquilidad que le reporta a uno estar ya mas hecho al escenario. L a mente vaga sin poder fijarse en cosa alguna."... " Aun el mismo recuerdo de la madre cuesta retenerlo unos segundos. Es tan extraño todo. No obstante, la vida abordo esta como reglamentada. A la noche arrío, duermo; a la mañana reanudo el trabajo, fijando la ruta." ... "
Culmina el temporal el día 24, en que llega a la máxima potencia el viento del oeste, hasta soplar a ciento cuarenta kilómetros por hora . Miro hacia popa, esperando que sea el chubasco final. La esperanza me acompaña desde hace más de treinta horas en que me encuentro al timón. Pero se renueva el chubasco que considere el ultimo. Una misma canción tarareo en esas treinta largas horas. Es una brevísima melodía que repito como se repiten las olas. Establezco un desafío: veremos quien se aburre primero, el tiempo o yo. Cada ola que me alcanza cae sin piedad sobre esta mi pobre persona, ya calada hasta los huesos. La ola que me golpea hace que el agua resbale sobre mí, se escurra hasta la mano, en donde brota la sangre, y forme como un pequeño remanso rojizo en el regazo de mi traje de aguas.
Siguen mis labios emitiendo la tonada. Aunque apretados por la rabia, las notas salen igual al espacio y el viento las arrastra. Las olas han pasado de los dieciséis metros y llegan sin tregua. Desde la cresta me envían a lo hondo del precipicio. La noche es infernal. Por momentos, la borrasca lo cubre todo en tinieblas siniestras. En la oscuridad es necesario presentir la ola que llega y calzar la popa del barco con maniobra violenta de timón, para ser de nuevo arrastrado. El juego se repite hasta el cansancio. A media noche, harto de todo y aprovechando un breve reclamón, dejo al Lehg II capear solo la tempestad y gano la camareta. La canción ha cesado. Se aburrió ella primero que el temporal. Me tiro en el piso de la camareta. Me encuentro mojado, dolorido de los golpes. Las manos, endurecidas de frío, ya no sangran. También ellas están como aburridas, y paso así la noche sobresaltado." ... "
A dos cosas he debido acostumbrarme aunque no me ocasionen ninguna gracia: al achique de la sentina cada doce horas y a esos malditos chubascos. Agregando el timonear y las infaltables curaciones, determinan que el pensar en hacerme la comida signifique un trabajo superfluo, que considero innecesario, y que me tire más de una vez en cualquier rincón a descansar No he visto un solo barco desde mi partida. La soledad más completa reina alrededor de mi en el Atlántico. Solamente la interrumpen algunos albatros y un pájaro más pequeño con hermosos dibujos blancos bajo las ala; es la paloma del Cabo, llamada también <damero>. Es lo único que puedo tener ante la vista en las largas horas al timón.
El día 13 de Agosto, a las dos de la madrugada, cruzo el meridiano de Greenwich para comenzar a contar las horas del este. Pensar cuantas cosas iban a acaecer antes de retomar la longitud oeste. Entraba francamente allí, en la longitud este, desconocida para mi. Me daba la sensación de penetrar como un extraño. Desde ese momento en adelante debía contar de nuevo las horas."... "Imaginar que faltaba parte de este Atlántico sur, el desolado e inmenso océano Indico, parte del llamado mar de Tasmania y todo el largo trecho del pacifico. Faltaba mucho, mucho, pero ya había entrado en una nueva longitud, ya llegaban hasta mi indicios de vida humana que me impulsarían a consignar en mi diario: < He tomado un buen desayuno, una limonada, me he curado; que puedo esperar de mas bello en la vida?> En todos los días que llevaba en el mar no había experimentado una alegría tan grande, tan simple, hasta llegar a esa trivialidad de la frase que admitía no haber nada más bonito en la vida.
Pocas emociones me quedaban: la de haber encontrado la vía de agua, salvado el barco en ese momento y aquel milagro de la mejora de mi brazo luego de fervoroso ruego a Santa Teresita." ... " Hoy 14 de Agosto, he rebasado mi mayor permanencia solo en alta mar. En el cruce del Atlántico en 1932, desde Canarias a la costa de Brasil, permanecí cuarenta y cinco días. Ahora llevo uno más. Estoy contento, sin detenerme a suponer que esta seria la más corta de todas las travesías por la < ruta Imposible>."... "
Me encuentro a doscientas diez millas de mi punto de destino, fin de la primera etapa." ... " Los ojos están hambrientos de ver tierra. Quieren saliese de las órbitas. Son las cuatro de la tarde, y una cantidad enorme de aves, de las que no se alejan mucho de la costa, revolotean. Se hace sentir mucho el enorme oleaje del cabo llamado antiguamente < de las tormentas >. En un fondo gris plomo he logrado percibir, por el lado nordeste, una sombra algo más pronunciada. Persisto en la observación, y a poco reconozco la montaña: La Tabla.
Tierra, van cincuenta y cinco días que no la veo. Se ha realizado el milagro. Es verdad, la montaña crece ante mis ojos ávidos, se diseña; pero los celajes aumentan y pronto cubrirán ese punto de referencia; me sitúo tomando dos marcaciones. Ya puedo estar tranquilo. Mi recalada, a cualquier hora que se produzca, será segura. Mi precaución es providencial, pues, a poco rato, la tierra desaparece y ya no la veré hasta la noche."... "
A mi través brota gran cantidad de luces. Tiene algo de la bahía de Río de Janeiro. Poco a poco me van llegando hasta el rumor del transito, y a medida que me acerco, el viento y el mar calman."... Los jóvenes que llegan en la lancha de la capitanía me saludan cordialmente y me acompañan al interior del puerto, donde atraco al lado de un enorme barco que esta en reparaciones. Saltan a mi bordo y ayudan a arriar el velamen. La trinquetilla hace cincuenta y cinco días que esta izada. Ya no experimento ningún cansancio. Son las diez de la noche."... "Media hora mas tarde, me parece un sueño. El Lehg II no se mueve. Y más de diez personas en su interior festejan el éxito bebiendo caña traída del otro lado del Atlántico."... "
A las tres de la mañana, los amigos se despiden balanceándose en el quieto Lehg II. quedo solo y dispuesto a gustar de esa tranquilidad, que no es completa. Transcurrirán muchas noches todavía, en las que saldré desesperado a cubierta para convencerme de que, en realidad, estoy en puerto...
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