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Relato náutico-racista, para gearhead

Publicado: Lun Abr 20, 2020 12:40 am
por raya
Espero lo sepa apreciar.

RANCHERÍO DE RECONQUISTA


El pueblo de Reconquista (kilómetro 948 sobre el Paraná) se encuentra a tres leguas de la costa. Hemos atracado al pie de un muelle fementido: maderones embadurnados de bleque y desprendidos de los pernos que los aseguraban a los travesaños. En la punta del muelle, la caldera de una grúa oxidada, un galpón para acopio de cereales, hasta el que llegan las vías de un ferrocarril de trocha angosta, y luego orilla de barro, arenal africano y la cáfila de ranchos más inmundos que espero ver en mi vida terrestre y en la otra, si existe.
Merodean el buque mujeres negras y ventrudas, empujando sus piraguas con un remo, y empavesadas, para festejar nuestra llegada, con batones rojos y violetas. Los ranchos más distinguidos tienen una empalizada de troncos; los otros, un cercado de paja. Revolcándose en el barro seco, pequeños grupos de cerdos, y un mástil con la bandera argentina, para que no dudemos que estamos en la Argentina, en vez de en África.
Me indican que para llegar al correo (necesito echar una carta) hay que caminar más allá de un lejano puente. Tomo por un camino de tierra rodeado de pajonales y ranchos perdidos. El sol amarillea la llanura ondulada en colinas. Maravillosos pájaros de plumaje celeste vuelan de árbol en árbol. Otros, parecidos a loros verdes, revolotean encima de mi cabeza. Descubro algunas negras y bronceadas aves estupendas, que renuevan mi admiración, y así llego hasta la orilla de un arroyo inmundo, con una isleta negra. En la lengua de la isleta, entre pajas, descubro crucifijos con coronas de trapo. Es el cementerio de la costa. Llego al correo. Me atiende una vieja, que me dice que aquel no es el correo, sino una estafeta, y que el estafetero se ha ido a Reconquista, porque “hoy es fiesta”. Emprendo el camino de vuelta pensando que por estos pajonales bien lo pueden apuñalaear a uno sin pedirle permiso. Al regresar me encuentro con el maquinista que me dice:
-Vamos a recorrer los ranchos.

LOS RANCHOS

Cruzamos el caserío de ranchos con los cerdos revolcándose en el barro y los perros que abren la boca al vernos pasar. Hasta los perros aquí son haraganes para ladrar.
Una mujer como de cuarenta años sale a mirarnos y reproduzco el diálogo:
Maquinista: -¿Cómo le va, doña?
La ranchera: -Pasen, nomás.
Entramos. La dueña de casa es una mujer de pecho de tabla y piernas inmensamente gordas. Se queda mirándonos y sonriendo estúpidamente. Yo hago lo mismo. Cuando ella sonríe, muestra tres dientes.
Yo examino el rancho. Dos o tres postales antiguas, la fotografía de la tripulación de un barco de cabotaje, y un estante cargado de cubiertos, platos y vasos. En otra piecita, al lado, sin puerta, pero con abertura, dos camas de hierro, jergones encima y mantas marineras.
El barro que forma las paredes del rancho se ha desprendido, mostrando travesaños de madera podrida. El techo es de paja.
La pavorosa morcona sigue sonriéndonos pavorosamente. Yo le hago una señal al maquinista, y este se levanta diciendo:
-Tenemos que irnos enseguida, porque el barco sale ahora.
-Y bueno… Otra vez será.
Marchamos hacia tres ranchos más allá, sobre un suelo de barro endurecido. Otra cueva. Algunas chinas en la puerta. Una, gorda, como dos tinas encimadas; las otras dos, flacas, despeinadas, sucias como perras que han corrido tres días y tres noches a lo largo del barrial.
-¿Hace mucho que se han levantado?
-No, ahora nomasito. ¿Por qué?
-¿Y por qué no se han peinado?
-¡Ah!...
-Nosotros somos de ese barco que está allí.
-¿Por qué no pasan?
-No. Sale enseguida.
Nuevo juego de sonrisas estúpidas de ambas partes. Estas mujeres, además de simétricas carabulas de higo seco y espantables esperpentos de carnaval, llevan una roña a cuestas que asombra. En la puerta del rancho donde nos detuvimos anteriormente, distinguimos al monstruo de los tres dientes espiando para ver si entramos aquí.
-Bueno, nos vamos porque el buque va a salir.
-Que les vaya bien. Otra vez será.
(en el infierno, pienso yo). Y nos alejamos, mientras que el paisano que se había escabullido fuera del rancho al vernos llegar, retorna a su tranquila vida, entrando en la choza.
Tropezamos con cerdos barrosos. La escudriñadora del otro rancho, que espiaba para ver si recalábamos en este, nos saluda con la mano. La mujer tonel también nos saluda, y nosotros movemos los brazos alegremente, mientras voy pensando:
<<Quisiera traerlos, obligarlos a vivir aquí toda la vida, a los cantores de la “dulce china y la linda vida del paisano”>>
Pero, ¡qué saben ellos de estas cosas!...

Aguafuerte escrito a bordo del buque motor "Rodolfo Aebi", en el año 1933, por
Roberto Arlt

Re: Relato náutico-racista, para gearhead

Publicado: Lun Abr 20, 2020 1:35 pm
por gearhead
Que quiere que le diga, Raya, parece un relato muy realista. Gracias por su colaboración.

Re: Relato náutico-racista, para gearhead

Publicado: Mar Abr 21, 2020 4:26 pm
por gearhead
De esas chinas huia hasta el cacique Paja Brava .... ;)

Re: Relato náutico-racista, para gearhead

Publicado: Jue Abr 23, 2020 6:27 pm
por Hala
Hasta los perros aquí son haraganes para ladrar.

jaja