Tercer Viaje del Colibrí
Publicado: Mié Ene 15, 2020 4:56 pm
Zarpamos el 25 de Diciembre a las 20 horas, de Rosario.
En esta ocasión, me acompañaría un amigo. Él había hecho el curso de Timonel muchos años atrás. Y fue uno de los que me recomendó que lo haga yo también, en el 2013. Sin su recomendación quizás no estaría escribiendo estas líneas.
Él no tenía experiencia en travesías en velero, como tampoco navegando en aguas abiertas. No era un tripulante frecuente de mi barco, ya que por sus responsabilidades pocas veces coincidíamos horarios.
Él estaba ansioso por el viaje, sería una nueva experiencia para él.
Yo ya conocía de qué se trataba, pero no por eso menos ansioso.
Hacía tiempo que tenía pendiente un reparo en la pala del timón: presentaba un rajadura vertical. Me hubiese gustado intentar hacer el reparo yo mismo, aprendiendo, pero no contaba con tiempo suficiente.
El viaje fue la excusa perfecta para encargar el trabajo: se abrió el timón, se reemplazó el refuerzo de fenólico podrido (e hinchado, que era lo que había generado que el timón se raje), luego se pegó y pintó.
Faltaban pocos días. Se incrementaba la ansiedad. Aprovisionamos el barco, me subí al mástil a controlar la jarcia, hicimos algunos reparos menores y cargamos las bicis. Sólo restaba cargar hielo, carne, frutas y verduras, el día que zarpemos.
Rosario – San Isidro
Zarpamos con sudestada pronosticada para las próximas 24 horas. Sin dudas hubiese sido mejor postergar. Pero para cuando llegáramos al Río de La Plata, el pronóstico daba clima favorable.
Navegar con sudestada en el Paraná no nos preocupaba. Decidimos no perder tiempo y aprovechar el buen clima que tendríamos al llegar a aguas abiertas.
A las pocas horas de zarpar, ya de noche, llovía con intensidad. Las olas era grandes. Navegábamos a motor, con viento de proa. Ibamos lento, pegados a la costa, para evitar el oleaje que no era poco, así y todo el barco se movía bastante.
Mi amigo, buen cocinero, busca los ingredientes para la cena. Pero no soporta el mareo que le genera estar en la cabina.
Toma un dramamine y se encarga de llevar el barco, bajo la lluvia. Yo me encargo del vacío al horno.
A pesar las condiciones poco favorables, íbamos disfrutando, la aventura recién comenzaba. Quizás por la cocción en constante movimiento, el vacío salió espectacular.
Algunas horas después, cerca de Villa Constitución, se incrementa la intensidad de la tormenta y caen varios rayos muy cerca nuestro, algunos capturados por la cámara.
La noche siguió movida hasta el amanecer. La mañana era ventosa y el río seguía algo movido, pero ya sin lluvia. En algunos tramos desplegamos la genoa, navegando a vela y motor.
A media mañana ingresamos al riacho San Pedro. Sabíamos que allí el oleaje iba a ser mínimo y podríamos navegar más relajado. El sol ayudó a secar la ropa mojada.
Ya en el Río Baradero, encendemos la parrilla para cocinar una colita de cuadril. Muy buena tarde de navegación, relajada.
Antes de salir al Paraná de Las Palmas, nos pasa un amigo con su imponente Alpha 45. Él había zarpado de Rosario, unas horas antes que nosotros, con destino a Colonia. Había hecho noche en Villa Constitución, por eso nosotros íbamos delante… Pero a semejante nave, poco le costó alcanzarnos y pasarnos cual camalote flotando en el río.
Tras 27 horas de navegación, estábamos en el Canal Arias. Habíamos demorado unas 5 horas más de lo estipulado, principalmente debido a que las olas de la primer noche que nos frenaron mucho. Por ello también, habíamos gastado más combustible.
Consultamos a algunos amigos por alguna estación de servicio abierta las 24 horas sobre el Río Luján, ya que llegaríamos cerca de medianoche. De las que nos comentaron como posibles, no encontramos ninguna abierta por lo que decidimos recalar en el Club Náutico Sudeste. Allí nos habían ofrecido amarra de cortesía y una estación de servicio cercana.
Si bien el plan original era navegar directo a Punta del Este, al arribar a San Isidro, de noche, con una leve lluvia, viento que seguía soplando del sur, y necesidad de reponer combustible, decidimos aprovechar la amarra de cortesía que nos habían ofrecido, para ducharnos y dormir unas 5 horas además de cargar combustible en la estación de servicio cercana, taxi de por medio.
Río de La Plata
Zarpamos el 27 de Diciembre a las 7 horas, desde San Isidro. Los trámites en Prefectura/Migraciones los habíamos hecho en Rosario, por lo tanto sólo hicimos aviso radial a PNA San Isidro.
El río estaba calmo, soplaba una brisa del NE, que nos permitía navegar a vela, a buena velocidad. Tras unos pocos bordes, ya estábamos dejando por babor la boya UNEN A, cuando llega la calma.
Navegamos a motor por casi 3 horas con rumbo 100°, el cual nos acercaría a la costa Uruguaya. Cuanto más al Este estuviéramos, mejor, ya que para la noche teníamos pronóstico de viento NE que nos permitiría navegar en rumbos francos.
A lo lejos, vemos pasar el Alpha 45 rumbo a Colonia. Nuevamente, ellos habían descansado más tiempo y nos volvían a pasar, gracias a su imponente velocidad.
Por la tarde el viento comienza a soplar nuevamente, pero a diferencia de lo pronosticado, sopla del SE.
El primer borde nos deja 3 millas al sur de Colonia. Era tentador recalar allí, pero seguimos.
El segundo borde nos permitía hacer rumbo 155°, el cual no era muy bueno. Navegamos en ese rumbo por unas 14 millas.
Cae el sol. Un tercer borde, nos deja unas 10 millas al sur de Juan Lacace, con un viento que ya era algo intenso, por lo que navegábamos con Genoa 2 y una mano de rizo.
Había olas, el barco se movía. Mi tripu tomaba dramamine cada 8 horas, y evitaba ingresar a la cabina. Así, no sentía ningún malestar y podía disfrutar la navegación.
El viento SE duró sólo un par de horas. La noche fue bastante calma, con viento del NE.
En una de mis guardias, ya con poco viento, decidido sacar la mano de rizo “en solitario”, con arnés puesto claro. Si bien no es una maniobra de gran dificultad, era la primera vez que la realizaba en solitario, de noche, y en medio de la nada.
El viento siguió amainando, por lo que navegábamos de a ratos, apoyados con el motor. El rumbo era 108°, que nos llevaría directo a Montevideo.
La noche siguió tranquila, muy estrellada. Pudimos descansar y disfrutar la navegación, más que nada los tramos sólo a vela, sin el ruido del motor.
No me olvido la sensación de ir acostado en el cockpit, mirando el movimiento del mástil y las velas, contrastando con un cielo completamente estrellado. Sólo escucho el ruido del barco deslizando sobre el agua. La noche me regala algunas estrellas fugaces. En momentos así, navegando en medio de la nada sin vista de costa, observando la infinidad de estrellas y sintiendo el avance del barco por sobre las olas, agradezco haber encontrado esta pasión.
28 de Diciembre. Sale el sol. Algunas nubes en el horizonte hacen un amanecer muy colorido. El viento es poco, navegamos con motor.
El día anterior, los pronósticos daban buen tiempo para la zona de Montevideo, dónde nos encontraríamos en algunas horas.
Sin embargo, algunos amigos, desde Rosario y atentos a nuestro viaje, nos hacen llegar imágenes de radar. Un frente muy grande, pero no de mucha intensidad (según los colores del radar), se encuentra sobre la Provincia de Buenos Aires, avanzando desde el Sudoeste.
Llegará a la costa Uruguaya? Se disipará antes? Será sólo lluvia y vientos leves?
Pampero
Nos encontrábamos a 8 millas al Oeste de La Panela y 7 millas al sur de la costa uruguaya. Nubes oscuras se aproximan a buena velocidad. No había dudas, era un pampero. Será intenso?
Nos preparamos para recibirlo: Genoa 2 bien enrollada y cabos bien afirmados. Mayor arriada, y culebreada sobre la botavara. Ropa abrigada e impermeable, chubasquera, salvavidas, línea de vida, arnés, handy, tablet en su estuche estanco, piloto automático guardado, motor en marcha, combustible suficiente.
Cómo era de esperar, entró con violencia. Habrán soplado unos 40 o 45 nudos. La segunda vez que escucho zumbar la jarcia. El barco se escora unos 30 grados, a palo seco.
La situación está controlada, sólo debemos esperar que pase, el rato que dure.
Estoy ingresando a la cabina cuando mi amigo me grita: “se está desenrollando la genoa!!!”
Salto a cubierta y veo una parte de la genoa desplegada, en la mitad superior. Se sacude todo el barco con violencia. La vela golpea fuerte, haciendo temblar el mástil.
El cabo del enrollador estaba perfectamente firme, al igual que las escotas. El mecanismo del enrollador estaba también como correspondía, pero así y todo la vela se había desenrollado unos pocos metros cuadrados, pero los suficientes para poner en riesgo el aparejo.
Libero todo e intento desenrollarla. Sin éxito, la fuerza que hacía era mucha, y toda la jarcia y mástil se sacudía temerosamente.
Desconcertado, grito: “qué hacemos?”
Si había que cortar la vela o drizas, estaba dispuesto a hacerlo, con tal de salvar el palo. Pero cómo cortarla? La mitad inferior de la vela estaba firmemente enrollada. Subir 4 metros trepando el stay no era una opción.
Desato los puntos de escota de la genoa, las libero de los patines y me voy a proa. Paso los cabos alrededor de la vela enrollada, las vueltas necesarias hasta dejarla libre. Luego giro la vela a mano, hasta que finalmente se despliega completamente, flameando a sotavento.
Gualdrapeaba con fuerza. Se veía una rifadura, no tan grave. Al menos ya no estaba castigando el mástil y jarcia.
Respiro. Libero la driza y la arrío, por suerte sin mayor dificultad. La dejo trincada en cubierta.
Vuelvo al cockpit y le pido a mi amigo que le quite los grilletes que amuran la vela. Por ser una vela que no uso frecuentemente, no está preparado de manera práctico. Un grillete es con chaveta, el otro a rosca, siempre bien ajustado con pinza.
Aprovecho a recuperar el aliento y bajar la adrenalina, mirando la carta en la Tablet. Mi tripu termina de sacar la vela, con ayuda de alguna pinza.
Por suerte, toda esta situación se dio apenas había entrado el pampero, cuando aún no se habían formado olas grandes.
Salvada esta situación crítica, debemos resolver cómo enfrentar la tormenta. El viento y oleaje nos habían abatido y estábamos a menos de 5 millas de la costa Uruguaya. Correr la tormenta, navegando a favor de las olas y viento no era una opción viable, ya que en menos de una hora estaríamos sobre la rocosa costa de Uruguay.
Seguir en el rumbo que veníamos, hacia Montevideo, tampoco era viable. Estábamos a una milla de una boya cardinal sur, y evitar el peligro indicado por la boya requería navegar en contra de la tormenta, ganando barlovento, y no sabíamos qué tan factible era, sumado a que quedamos a la merced del buen funcionamiento del motor.
El puerto más cercano era Santiago Vazquez, a unas 10 millas. Pero tengo entendido que su acceso no es fácil, menos en las condiciones que estábamos.
Por lo tanto, decido navegar con rumbo 300°, opuesto a cómo veníamos antes de que llegue el pampero.
Este era el rumbo que más margen presentaba frente a los peligros de la costa Uruguaya. Sin embargo, el único puerto en ese rumbo, Juan Lacace, estaba a 50 millas. No creíamos que la tormenta fuera a durar tanto tiempo.
Navegamos una media hora en esa condición. Tranquilizaba el hecho de que nos manteníamos paralelos a la costa, sin acercarnos a ella. Era cuestión de esperar que el viento y oleaje calmen.
Cuando eso sucedió, comenzamos a enfrentar las olas y viento. Viendo que el barco (y motor) respondían bien, de a poco a volvimos a nuestro rumbo, hacia Montevideo.
Esperábamos que tras el pampero, el viento se mantenga del SO, el cuál una vez al través de Montevideo nos permitiría navegar con vientos francos hacia nuestro destino. El viento borneó al SE y se mantuvo algo intenso, cerca de 20 nudos. Navegábamos con el foke y un rizo, ya sin la Genoa 2. Tras dejar atrás el faro de La Panela, decidimos navegar a motor, enfrentando las olas y el viento ya que nos estaba costando avanzar.
El viento fue amainando y decidimos izar la Genoa 1. El foke que tiene el barco es muy pequeño, y no contando con la Genoa 2, decidimos que navegaríamos con G1 si el viento era poco, caso contrario pasaríamos al foke, pero no teníamos una vela intermedia.
Izar la Genoa requirió cambiar de banda la maniobra del enrollador. Esto es así, ya que las dos genoas tienen cosidas las protecciones UV de distinto lado… Sin dudas es una maniobra para ser realizada en puerto. Así y todo con algo de oleaje, se pudo realizar sin inconvenientes.
Ya cerca del canal comercial de Montevideo, el viento bornea al NE, lo cuál nos permite hacer mejor rumbo. Navegábamos con Genoa 1 y Mayor a tope. Sólo restaba decidir si íbamos a recalar en Montevideo para descansar tras el día movido que habíamos tenido: estábamos agotados.
Las condiciones ahora eran buenas, navegábamos con rumbo 60° a unos 5.5 nudos. El pronóstico para la noche daba más bien calma. Para el día siguiente al caer el sol, se pronosticaban 30 nudos del sudeste.
Por lo tanto, decidimos seguir navegando. La noche calma nos iba a permitir descansar, y llegaríamos a Punta del Este al mediodía, con margen de tiempo antes que entre el nuevo frente.
Y así fue. Tuvimos una noche muy tranquila, no demasiada velocidad, pero rumbo ideal (90°).
Para las 22 horas ya estábamos al través de la Isla de Flores, navegando a 4 nudos, con mar calmo.
Durante la noche, apreciamos las noctilucas y brindamos con un buen vino. También pudimos recuperar sueño atrasado, durmiendo casi 4 horas de corrido cada uno.
Bello amanecer, cerca de Piriápolis. Para las 10 de la mañana, ya estábamos llegando a Isla Gorriti. El hielo se había derretido, pero no íbamos a dejar pasar la oportunidad de brindar con un champagne, caliente pero rico. Por primera vez, me animé a volar el drone (que tengo desde hace pocos meses) con el barco en movimiento. Creo que tuve más nervios volando el drone que durante el pampero, pero quedó registrada una escena cinematográfica!
Tomamos amarra en la Marina 4, la misma que había estado exactamente dos años atrás. 85 horas nos llevó la navegación desde Rosario a Punta del Este, contando las 5 horas que recalamos en San Isidro. Cansados pero contentos, armamos las bicicletas y pedaleamos hasta Bikini Beach donde nos esperaban unos amigos. Supongo que la emoción de haber llegado a destino cumpliendo el objetivo propuesto, nos dieron las fuerzas necesarias para pedalear más de 15 kilómetros con subidas y viento en contra, sin previo descanso!
Punta del Este
Estuvimos 6 noches en Punta del Este. Me encontré con un barco de Montevideo que habíamos entablado amistad en el viaje anterior. También entablamos nueva amistad con una pareja que estaban con su 36 pies, un barco que aparentaba ser bien marinero. Conversando, nos comentan que el barco que tenía en su haber una vuelta al mundo con su dueño anterior.
En babor teníamos por vecino a un humeante con su yate treinta y algo pies, que reiteradas veces lo encontramos conectado a nuestro suministro de energía, sin solicitar permiso, excusando que no habilitaban el servicio en su amarra. Este vecino tampoco tuvo mejor idea que lavar su barco con la hidro y cloro, un día ventoso. Nosotros estábamos con algunos amigos y amigas tomando mates en el cockpit del barco, y hubo que hacerlo entender, con insistencia, que el viento volaba el cloro y agua hacia nosotros.
Además me encontré, no por casualidad, con un amigo “virtual”, el cuál había arribado a puerto, proveniente de Buenos Aires, con un 24 pies también. Allí nos conocimos personalmente.
Durante los días allí, fuimos a Isla Gorriti en 3 ocasiones, recorrimos la ciudad en bicicleta y nos encontramos con distintos amigos de Rosario, algunos con los cuales pasamos juntos Año Nuevo.
Pagamos US$ 440 por la estadía, contando duchas, agua y energía nuestra y del amable vecino.
Regreso
Zarpamos el Viernes 3 de Enero, a las 17 horas, tras pagar la amarra y hacer los trámites requeridos en Migraciones, Aduana y Prefectura. En la ANCAP del puerto cargamos 30 litros de super por US$ 44.
Soplaba del Este-Sudeste, 20 nudos. Desplegamos Genoa 1. Navegábamos a un promedio de 6.5 nudos. En 4 horas habíamos hecho más de 25 millas. El GPS llegó a marcar 9.9 nudos en algunas barrenadas. Había que ir atentos a las olas, pero navegábamos super relajados. Cuando el viento aflojó un poco, izamos la mayor, navegando en oreja de burro, mayor con retenida.
Para las 0:30 horas ya estábamos al través de Buceo. Soplaba ahora del Este-Noreste, navegábamos con Foke y una mano de rizo, de aleta.
3.30 AM tomamos la segunda mano de rizo. La luna iluminaba el “mar” encrespado. El viento se mantuvo durante toda la noche y parte de la mañana. Navegábamos a muy buena velocidad.
Durante la noche, el viento borneó algo más hacia el Norte, pero así y todo podíamos navegar en un rumbo ideal, a unos 3.5 o 4 nudos.
9.30 AM, mientras mi tripu descansa, arnés de por medio, saco la segunda mano de rizo.
10:15 AM, saco la primer mano de rizo, y navegamos con Genoa y Mayor a tope. Se venía la calma.
Para las 11 horas, ya navegábamos a motor. Día caluroso y soleado, aprovechamos a secar toda la ropa y ventilar el barco.
Por la tarde, entró un viento sur leve, desplegamos la Genoa, ayudada por el motor.
Tras caer el sol, el viento se intensifica y navegamos sólo con genoa (atangonada, por los rolidos) a 7 nudos. Nos encontramos próximos a arribar. Tras virar la boya Unen B, cruzamos el Canal Mitre, enfilamos el canal costanero, manteniendo unos 6 o 7 nudos de velocidad.
Para las 3AM, habíamos tomado amarras en Club Nautico Sudeste. Navegamos de Punta del Este a San Isidro en 34 horas, de manera muy placentera y relajada.
Un comentario aparte respecto al piloto automático recientemente adquirido:
Antes contaba con un Raymarine ST1000+, el cual había comenzado a fallar hasta quedar inoperante, sin posibilidad de reparo.
Por US$ 200 había comprado, con ciertas dudas, un AutoHelm 2000 usado, un modelo bien antiguo. A diferencia del ST1000+, éste consta de dos “partes”. Por un lado tiene por un lado el pistón que mueve la caña, y por otro lado el controlador, una caja que se afirma en la bañera, verticalmente.
Durante todo el viaje lo usamos reiteradas veces con total eficacia. Sin embargo, en el regreso, desde Buceo y hasta arribar, no lo sacamos ni un minuto. Funcionó de maravilla, más de 24 horas sin parar, tanto de aleta, través y popa. Inclusive con los rolidos e idas a la orza cuando se levantó el SE ya cerca de Buenos Aires. Una maravilla!
Una vez amarrados, a pesar de estar muy cansados, esa noche no pudimos conciliar sueño tan profundo ya que los mosquitos y calor agobiante se hicieron presentes en la cabina del barco. El cable de 220V no andaba (había quedado mal armada la ficha steck, cambiada luego de zarpar de PDE) y la batería estaba con poca carga, por lo que no pudimos usar los ventiladores.
Al día siguiente, nos duchamos, ordenamos el barco, y mientras almorzamos en el buffet del club, nuevamente por casualidad, vemos pasar por el Luján a mi amigo del Alpha 45, volviendo de Colonia.
Por la tarde, volvimos a Rosario con los padres de mi amigo que gentilmente nos fueron a buscar. Allí cargamos los bolsos y la bici de mi amigo. La mía quedó en el barco.
El último tramo del viaje quedó para el Viernes siguiente, 10 de Enero. Nos tomamos un micro en Rosario con destino a Pacheco. Esta vez éramos 3: uno había sido uno de los tripulantes de mi primer viaje a PDE en 2017: el otro, con quien fui en dobles a Piriápolis en 2018.
Tras aprovisionar el barco y prender la parrilla, a las 23 horas zarpamos de San Isidro.
Lujan, Arias, Paraná de las Palmas. 11 de la mañana del Sábado ya estábamos en Atucha. Para las 16 horas, en Baradero.
En Baradero nos encontramos con unos amigos, cargamos hielo y combustible, conversamos un rato. A las 20.30 horas retomábamos viaje.
12 de la noche: remontábamos el riacho San Pedro, próximos a salir al Paraná.
El radar y algunas nubes en el SO anunciaban vientos y lluvias, aunque los pronósticos no. Decimos fondear unos metros antes de salir al río grande, para cenar tranquilos, dejar descansar al motor Parsun y nuestros oídos también. Muy buenas pizzas caseras que habían sido amasadas por uno de los tripus un rato antes.
La lluvia no se hizo presente, por lo que tras una hora, a la 1AM, retomamos viaje.
Soplaban unos 15 nudos del SE, remontamos con Genoa y motor. Muy linda noche, de luna llena. Bastante tráfico de buques, pero nos mantenemos sobre la margen occidental.
Tras siestas intercaladas, amanece cerca de Ramallo, ya con poco viento.
Remontamos el resto del trayecto sin inconvenientes. Para las 19 horas, ya estábamos amarrados en Rosario, tras 44 horas de navegación, contando las 2 paradas, 5 horas entre ambas.
Armé la bici y pedaleé contento hasta mi casa, al otro día tenía que ir a trabajar.
En esta ocasión, me acompañaría un amigo. Él había hecho el curso de Timonel muchos años atrás. Y fue uno de los que me recomendó que lo haga yo también, en el 2013. Sin su recomendación quizás no estaría escribiendo estas líneas.
Él no tenía experiencia en travesías en velero, como tampoco navegando en aguas abiertas. No era un tripulante frecuente de mi barco, ya que por sus responsabilidades pocas veces coincidíamos horarios.
Él estaba ansioso por el viaje, sería una nueva experiencia para él.
Yo ya conocía de qué se trataba, pero no por eso menos ansioso.
Hacía tiempo que tenía pendiente un reparo en la pala del timón: presentaba un rajadura vertical. Me hubiese gustado intentar hacer el reparo yo mismo, aprendiendo, pero no contaba con tiempo suficiente.
El viaje fue la excusa perfecta para encargar el trabajo: se abrió el timón, se reemplazó el refuerzo de fenólico podrido (e hinchado, que era lo que había generado que el timón se raje), luego se pegó y pintó.
Faltaban pocos días. Se incrementaba la ansiedad. Aprovisionamos el barco, me subí al mástil a controlar la jarcia, hicimos algunos reparos menores y cargamos las bicis. Sólo restaba cargar hielo, carne, frutas y verduras, el día que zarpemos.
Rosario – San Isidro
Zarpamos con sudestada pronosticada para las próximas 24 horas. Sin dudas hubiese sido mejor postergar. Pero para cuando llegáramos al Río de La Plata, el pronóstico daba clima favorable.
Navegar con sudestada en el Paraná no nos preocupaba. Decidimos no perder tiempo y aprovechar el buen clima que tendríamos al llegar a aguas abiertas.
A las pocas horas de zarpar, ya de noche, llovía con intensidad. Las olas era grandes. Navegábamos a motor, con viento de proa. Ibamos lento, pegados a la costa, para evitar el oleaje que no era poco, así y todo el barco se movía bastante.
Mi amigo, buen cocinero, busca los ingredientes para la cena. Pero no soporta el mareo que le genera estar en la cabina.
Toma un dramamine y se encarga de llevar el barco, bajo la lluvia. Yo me encargo del vacío al horno.
A pesar las condiciones poco favorables, íbamos disfrutando, la aventura recién comenzaba. Quizás por la cocción en constante movimiento, el vacío salió espectacular.
Algunas horas después, cerca de Villa Constitución, se incrementa la intensidad de la tormenta y caen varios rayos muy cerca nuestro, algunos capturados por la cámara.
La noche siguió movida hasta el amanecer. La mañana era ventosa y el río seguía algo movido, pero ya sin lluvia. En algunos tramos desplegamos la genoa, navegando a vela y motor.
A media mañana ingresamos al riacho San Pedro. Sabíamos que allí el oleaje iba a ser mínimo y podríamos navegar más relajado. El sol ayudó a secar la ropa mojada.
Ya en el Río Baradero, encendemos la parrilla para cocinar una colita de cuadril. Muy buena tarde de navegación, relajada.
Antes de salir al Paraná de Las Palmas, nos pasa un amigo con su imponente Alpha 45. Él había zarpado de Rosario, unas horas antes que nosotros, con destino a Colonia. Había hecho noche en Villa Constitución, por eso nosotros íbamos delante… Pero a semejante nave, poco le costó alcanzarnos y pasarnos cual camalote flotando en el río.
Tras 27 horas de navegación, estábamos en el Canal Arias. Habíamos demorado unas 5 horas más de lo estipulado, principalmente debido a que las olas de la primer noche que nos frenaron mucho. Por ello también, habíamos gastado más combustible.
Consultamos a algunos amigos por alguna estación de servicio abierta las 24 horas sobre el Río Luján, ya que llegaríamos cerca de medianoche. De las que nos comentaron como posibles, no encontramos ninguna abierta por lo que decidimos recalar en el Club Náutico Sudeste. Allí nos habían ofrecido amarra de cortesía y una estación de servicio cercana.
Si bien el plan original era navegar directo a Punta del Este, al arribar a San Isidro, de noche, con una leve lluvia, viento que seguía soplando del sur, y necesidad de reponer combustible, decidimos aprovechar la amarra de cortesía que nos habían ofrecido, para ducharnos y dormir unas 5 horas además de cargar combustible en la estación de servicio cercana, taxi de por medio.
Río de La Plata
Zarpamos el 27 de Diciembre a las 7 horas, desde San Isidro. Los trámites en Prefectura/Migraciones los habíamos hecho en Rosario, por lo tanto sólo hicimos aviso radial a PNA San Isidro.
El río estaba calmo, soplaba una brisa del NE, que nos permitía navegar a vela, a buena velocidad. Tras unos pocos bordes, ya estábamos dejando por babor la boya UNEN A, cuando llega la calma.
Navegamos a motor por casi 3 horas con rumbo 100°, el cual nos acercaría a la costa Uruguaya. Cuanto más al Este estuviéramos, mejor, ya que para la noche teníamos pronóstico de viento NE que nos permitiría navegar en rumbos francos.
A lo lejos, vemos pasar el Alpha 45 rumbo a Colonia. Nuevamente, ellos habían descansado más tiempo y nos volvían a pasar, gracias a su imponente velocidad.
Por la tarde el viento comienza a soplar nuevamente, pero a diferencia de lo pronosticado, sopla del SE.
El primer borde nos deja 3 millas al sur de Colonia. Era tentador recalar allí, pero seguimos.
El segundo borde nos permitía hacer rumbo 155°, el cual no era muy bueno. Navegamos en ese rumbo por unas 14 millas.
Cae el sol. Un tercer borde, nos deja unas 10 millas al sur de Juan Lacace, con un viento que ya era algo intenso, por lo que navegábamos con Genoa 2 y una mano de rizo.
Había olas, el barco se movía. Mi tripu tomaba dramamine cada 8 horas, y evitaba ingresar a la cabina. Así, no sentía ningún malestar y podía disfrutar la navegación.
El viento SE duró sólo un par de horas. La noche fue bastante calma, con viento del NE.
En una de mis guardias, ya con poco viento, decidido sacar la mano de rizo “en solitario”, con arnés puesto claro. Si bien no es una maniobra de gran dificultad, era la primera vez que la realizaba en solitario, de noche, y en medio de la nada.
El viento siguió amainando, por lo que navegábamos de a ratos, apoyados con el motor. El rumbo era 108°, que nos llevaría directo a Montevideo.
La noche siguió tranquila, muy estrellada. Pudimos descansar y disfrutar la navegación, más que nada los tramos sólo a vela, sin el ruido del motor.
No me olvido la sensación de ir acostado en el cockpit, mirando el movimiento del mástil y las velas, contrastando con un cielo completamente estrellado. Sólo escucho el ruido del barco deslizando sobre el agua. La noche me regala algunas estrellas fugaces. En momentos así, navegando en medio de la nada sin vista de costa, observando la infinidad de estrellas y sintiendo el avance del barco por sobre las olas, agradezco haber encontrado esta pasión.
28 de Diciembre. Sale el sol. Algunas nubes en el horizonte hacen un amanecer muy colorido. El viento es poco, navegamos con motor.
El día anterior, los pronósticos daban buen tiempo para la zona de Montevideo, dónde nos encontraríamos en algunas horas.
Sin embargo, algunos amigos, desde Rosario y atentos a nuestro viaje, nos hacen llegar imágenes de radar. Un frente muy grande, pero no de mucha intensidad (según los colores del radar), se encuentra sobre la Provincia de Buenos Aires, avanzando desde el Sudoeste.
Llegará a la costa Uruguaya? Se disipará antes? Será sólo lluvia y vientos leves?
Pampero
Nos encontrábamos a 8 millas al Oeste de La Panela y 7 millas al sur de la costa uruguaya. Nubes oscuras se aproximan a buena velocidad. No había dudas, era un pampero. Será intenso?
Nos preparamos para recibirlo: Genoa 2 bien enrollada y cabos bien afirmados. Mayor arriada, y culebreada sobre la botavara. Ropa abrigada e impermeable, chubasquera, salvavidas, línea de vida, arnés, handy, tablet en su estuche estanco, piloto automático guardado, motor en marcha, combustible suficiente.
Cómo era de esperar, entró con violencia. Habrán soplado unos 40 o 45 nudos. La segunda vez que escucho zumbar la jarcia. El barco se escora unos 30 grados, a palo seco.
La situación está controlada, sólo debemos esperar que pase, el rato que dure.
Estoy ingresando a la cabina cuando mi amigo me grita: “se está desenrollando la genoa!!!”
Salto a cubierta y veo una parte de la genoa desplegada, en la mitad superior. Se sacude todo el barco con violencia. La vela golpea fuerte, haciendo temblar el mástil.
El cabo del enrollador estaba perfectamente firme, al igual que las escotas. El mecanismo del enrollador estaba también como correspondía, pero así y todo la vela se había desenrollado unos pocos metros cuadrados, pero los suficientes para poner en riesgo el aparejo.
Libero todo e intento desenrollarla. Sin éxito, la fuerza que hacía era mucha, y toda la jarcia y mástil se sacudía temerosamente.
Desconcertado, grito: “qué hacemos?”
Si había que cortar la vela o drizas, estaba dispuesto a hacerlo, con tal de salvar el palo. Pero cómo cortarla? La mitad inferior de la vela estaba firmemente enrollada. Subir 4 metros trepando el stay no era una opción.
Desato los puntos de escota de la genoa, las libero de los patines y me voy a proa. Paso los cabos alrededor de la vela enrollada, las vueltas necesarias hasta dejarla libre. Luego giro la vela a mano, hasta que finalmente se despliega completamente, flameando a sotavento.
Gualdrapeaba con fuerza. Se veía una rifadura, no tan grave. Al menos ya no estaba castigando el mástil y jarcia.
Respiro. Libero la driza y la arrío, por suerte sin mayor dificultad. La dejo trincada en cubierta.
Vuelvo al cockpit y le pido a mi amigo que le quite los grilletes que amuran la vela. Por ser una vela que no uso frecuentemente, no está preparado de manera práctico. Un grillete es con chaveta, el otro a rosca, siempre bien ajustado con pinza.
Aprovecho a recuperar el aliento y bajar la adrenalina, mirando la carta en la Tablet. Mi tripu termina de sacar la vela, con ayuda de alguna pinza.
Por suerte, toda esta situación se dio apenas había entrado el pampero, cuando aún no se habían formado olas grandes.
Salvada esta situación crítica, debemos resolver cómo enfrentar la tormenta. El viento y oleaje nos habían abatido y estábamos a menos de 5 millas de la costa Uruguaya. Correr la tormenta, navegando a favor de las olas y viento no era una opción viable, ya que en menos de una hora estaríamos sobre la rocosa costa de Uruguay.
Seguir en el rumbo que veníamos, hacia Montevideo, tampoco era viable. Estábamos a una milla de una boya cardinal sur, y evitar el peligro indicado por la boya requería navegar en contra de la tormenta, ganando barlovento, y no sabíamos qué tan factible era, sumado a que quedamos a la merced del buen funcionamiento del motor.
El puerto más cercano era Santiago Vazquez, a unas 10 millas. Pero tengo entendido que su acceso no es fácil, menos en las condiciones que estábamos.
Por lo tanto, decido navegar con rumbo 300°, opuesto a cómo veníamos antes de que llegue el pampero.
Este era el rumbo que más margen presentaba frente a los peligros de la costa Uruguaya. Sin embargo, el único puerto en ese rumbo, Juan Lacace, estaba a 50 millas. No creíamos que la tormenta fuera a durar tanto tiempo.
Navegamos una media hora en esa condición. Tranquilizaba el hecho de que nos manteníamos paralelos a la costa, sin acercarnos a ella. Era cuestión de esperar que el viento y oleaje calmen.
Cuando eso sucedió, comenzamos a enfrentar las olas y viento. Viendo que el barco (y motor) respondían bien, de a poco a volvimos a nuestro rumbo, hacia Montevideo.
Esperábamos que tras el pampero, el viento se mantenga del SO, el cuál una vez al través de Montevideo nos permitiría navegar con vientos francos hacia nuestro destino. El viento borneó al SE y se mantuvo algo intenso, cerca de 20 nudos. Navegábamos con el foke y un rizo, ya sin la Genoa 2. Tras dejar atrás el faro de La Panela, decidimos navegar a motor, enfrentando las olas y el viento ya que nos estaba costando avanzar.
El viento fue amainando y decidimos izar la Genoa 1. El foke que tiene el barco es muy pequeño, y no contando con la Genoa 2, decidimos que navegaríamos con G1 si el viento era poco, caso contrario pasaríamos al foke, pero no teníamos una vela intermedia.
Izar la Genoa requirió cambiar de banda la maniobra del enrollador. Esto es así, ya que las dos genoas tienen cosidas las protecciones UV de distinto lado… Sin dudas es una maniobra para ser realizada en puerto. Así y todo con algo de oleaje, se pudo realizar sin inconvenientes.
Ya cerca del canal comercial de Montevideo, el viento bornea al NE, lo cuál nos permite hacer mejor rumbo. Navegábamos con Genoa 1 y Mayor a tope. Sólo restaba decidir si íbamos a recalar en Montevideo para descansar tras el día movido que habíamos tenido: estábamos agotados.
Las condiciones ahora eran buenas, navegábamos con rumbo 60° a unos 5.5 nudos. El pronóstico para la noche daba más bien calma. Para el día siguiente al caer el sol, se pronosticaban 30 nudos del sudeste.
Por lo tanto, decidimos seguir navegando. La noche calma nos iba a permitir descansar, y llegaríamos a Punta del Este al mediodía, con margen de tiempo antes que entre el nuevo frente.
Y así fue. Tuvimos una noche muy tranquila, no demasiada velocidad, pero rumbo ideal (90°).
Para las 22 horas ya estábamos al través de la Isla de Flores, navegando a 4 nudos, con mar calmo.
Durante la noche, apreciamos las noctilucas y brindamos con un buen vino. También pudimos recuperar sueño atrasado, durmiendo casi 4 horas de corrido cada uno.
Bello amanecer, cerca de Piriápolis. Para las 10 de la mañana, ya estábamos llegando a Isla Gorriti. El hielo se había derretido, pero no íbamos a dejar pasar la oportunidad de brindar con un champagne, caliente pero rico. Por primera vez, me animé a volar el drone (que tengo desde hace pocos meses) con el barco en movimiento. Creo que tuve más nervios volando el drone que durante el pampero, pero quedó registrada una escena cinematográfica!
Tomamos amarra en la Marina 4, la misma que había estado exactamente dos años atrás. 85 horas nos llevó la navegación desde Rosario a Punta del Este, contando las 5 horas que recalamos en San Isidro. Cansados pero contentos, armamos las bicicletas y pedaleamos hasta Bikini Beach donde nos esperaban unos amigos. Supongo que la emoción de haber llegado a destino cumpliendo el objetivo propuesto, nos dieron las fuerzas necesarias para pedalear más de 15 kilómetros con subidas y viento en contra, sin previo descanso!
Punta del Este
Estuvimos 6 noches en Punta del Este. Me encontré con un barco de Montevideo que habíamos entablado amistad en el viaje anterior. También entablamos nueva amistad con una pareja que estaban con su 36 pies, un barco que aparentaba ser bien marinero. Conversando, nos comentan que el barco que tenía en su haber una vuelta al mundo con su dueño anterior.
En babor teníamos por vecino a un humeante con su yate treinta y algo pies, que reiteradas veces lo encontramos conectado a nuestro suministro de energía, sin solicitar permiso, excusando que no habilitaban el servicio en su amarra. Este vecino tampoco tuvo mejor idea que lavar su barco con la hidro y cloro, un día ventoso. Nosotros estábamos con algunos amigos y amigas tomando mates en el cockpit del barco, y hubo que hacerlo entender, con insistencia, que el viento volaba el cloro y agua hacia nosotros.
Además me encontré, no por casualidad, con un amigo “virtual”, el cuál había arribado a puerto, proveniente de Buenos Aires, con un 24 pies también. Allí nos conocimos personalmente.
Durante los días allí, fuimos a Isla Gorriti en 3 ocasiones, recorrimos la ciudad en bicicleta y nos encontramos con distintos amigos de Rosario, algunos con los cuales pasamos juntos Año Nuevo.
Pagamos US$ 440 por la estadía, contando duchas, agua y energía nuestra y del amable vecino.
Regreso
Zarpamos el Viernes 3 de Enero, a las 17 horas, tras pagar la amarra y hacer los trámites requeridos en Migraciones, Aduana y Prefectura. En la ANCAP del puerto cargamos 30 litros de super por US$ 44.
Soplaba del Este-Sudeste, 20 nudos. Desplegamos Genoa 1. Navegábamos a un promedio de 6.5 nudos. En 4 horas habíamos hecho más de 25 millas. El GPS llegó a marcar 9.9 nudos en algunas barrenadas. Había que ir atentos a las olas, pero navegábamos super relajados. Cuando el viento aflojó un poco, izamos la mayor, navegando en oreja de burro, mayor con retenida.
Para las 0:30 horas ya estábamos al través de Buceo. Soplaba ahora del Este-Noreste, navegábamos con Foke y una mano de rizo, de aleta.
3.30 AM tomamos la segunda mano de rizo. La luna iluminaba el “mar” encrespado. El viento se mantuvo durante toda la noche y parte de la mañana. Navegábamos a muy buena velocidad.
Durante la noche, el viento borneó algo más hacia el Norte, pero así y todo podíamos navegar en un rumbo ideal, a unos 3.5 o 4 nudos.
9.30 AM, mientras mi tripu descansa, arnés de por medio, saco la segunda mano de rizo.
10:15 AM, saco la primer mano de rizo, y navegamos con Genoa y Mayor a tope. Se venía la calma.
Para las 11 horas, ya navegábamos a motor. Día caluroso y soleado, aprovechamos a secar toda la ropa y ventilar el barco.
Por la tarde, entró un viento sur leve, desplegamos la Genoa, ayudada por el motor.
Tras caer el sol, el viento se intensifica y navegamos sólo con genoa (atangonada, por los rolidos) a 7 nudos. Nos encontramos próximos a arribar. Tras virar la boya Unen B, cruzamos el Canal Mitre, enfilamos el canal costanero, manteniendo unos 6 o 7 nudos de velocidad.
Para las 3AM, habíamos tomado amarras en Club Nautico Sudeste. Navegamos de Punta del Este a San Isidro en 34 horas, de manera muy placentera y relajada.
Un comentario aparte respecto al piloto automático recientemente adquirido:
Antes contaba con un Raymarine ST1000+, el cual había comenzado a fallar hasta quedar inoperante, sin posibilidad de reparo.
Por US$ 200 había comprado, con ciertas dudas, un AutoHelm 2000 usado, un modelo bien antiguo. A diferencia del ST1000+, éste consta de dos “partes”. Por un lado tiene por un lado el pistón que mueve la caña, y por otro lado el controlador, una caja que se afirma en la bañera, verticalmente.
Durante todo el viaje lo usamos reiteradas veces con total eficacia. Sin embargo, en el regreso, desde Buceo y hasta arribar, no lo sacamos ni un minuto. Funcionó de maravilla, más de 24 horas sin parar, tanto de aleta, través y popa. Inclusive con los rolidos e idas a la orza cuando se levantó el SE ya cerca de Buenos Aires. Una maravilla!
Una vez amarrados, a pesar de estar muy cansados, esa noche no pudimos conciliar sueño tan profundo ya que los mosquitos y calor agobiante se hicieron presentes en la cabina del barco. El cable de 220V no andaba (había quedado mal armada la ficha steck, cambiada luego de zarpar de PDE) y la batería estaba con poca carga, por lo que no pudimos usar los ventiladores.
Al día siguiente, nos duchamos, ordenamos el barco, y mientras almorzamos en el buffet del club, nuevamente por casualidad, vemos pasar por el Luján a mi amigo del Alpha 45, volviendo de Colonia.
Por la tarde, volvimos a Rosario con los padres de mi amigo que gentilmente nos fueron a buscar. Allí cargamos los bolsos y la bici de mi amigo. La mía quedó en el barco.
El último tramo del viaje quedó para el Viernes siguiente, 10 de Enero. Nos tomamos un micro en Rosario con destino a Pacheco. Esta vez éramos 3: uno había sido uno de los tripulantes de mi primer viaje a PDE en 2017: el otro, con quien fui en dobles a Piriápolis en 2018.
Tras aprovisionar el barco y prender la parrilla, a las 23 horas zarpamos de San Isidro.
Lujan, Arias, Paraná de las Palmas. 11 de la mañana del Sábado ya estábamos en Atucha. Para las 16 horas, en Baradero.
En Baradero nos encontramos con unos amigos, cargamos hielo y combustible, conversamos un rato. A las 20.30 horas retomábamos viaje.
12 de la noche: remontábamos el riacho San Pedro, próximos a salir al Paraná.
El radar y algunas nubes en el SO anunciaban vientos y lluvias, aunque los pronósticos no. Decimos fondear unos metros antes de salir al río grande, para cenar tranquilos, dejar descansar al motor Parsun y nuestros oídos también. Muy buenas pizzas caseras que habían sido amasadas por uno de los tripus un rato antes.
La lluvia no se hizo presente, por lo que tras una hora, a la 1AM, retomamos viaje.
Soplaban unos 15 nudos del SE, remontamos con Genoa y motor. Muy linda noche, de luna llena. Bastante tráfico de buques, pero nos mantenemos sobre la margen occidental.
Tras siestas intercaladas, amanece cerca de Ramallo, ya con poco viento.
Remontamos el resto del trayecto sin inconvenientes. Para las 19 horas, ya estábamos amarrados en Rosario, tras 44 horas de navegación, contando las 2 paradas, 5 horas entre ambas.
Armé la bici y pedaleé contento hasta mi casa, al otro día tenía que ir a trabajar.