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Es cierto que los barcos han sido construidos para navegar, no para
estar atracados a un muelle o fondeados, pero sucede que toda travesía
comienza o finaliza, precisamente, en un muelle o fondeadero, donde allí
el yate pasa la mayor parte del tiempo. Si bien este aspecto de la náutica
no constituye un capítulo muy extenso, es donde el patrón exhibe su experiencia
y conocimientos.
Recuerdo, hace poco más de dos años como el timonel de un poderoso
y moderno crucero no acertaba a embicar el muelle de Higueritas, en Nueva
Palmira, desconocedor evidente de la notable capacidad de maniobra que
le otorgaban sus dos hélices. Cuando empezó a poner el riesgo la integridad
de los otros cruceros y veleros, fue asistido desde un gomón que, empujándolo,
lo acomodó. El hombre, luego de agradecer la camaradería y comprensión
de quienes le asistieron, confesó que hacía una semana que había comprado
ese, su primer yate. En cambio, uno llega a disfrutar cuando ve un crucero
de 40 o más pies maniobrar con precisión para colocarse entre otros barcos,
como si fuera la mano que se introduce en un guante. En general, esos
patrones han dibujado muchas estelas en el agua.
Así que la maniobra en puerto es algo muy importante en el arte de
la navegación.
Generalmente, los yates amarran "a la mediterránea", ya sea
por proa o por popa, según el tipo de barco. Los veleros generalmente
lo hacen con proa al muelle, dado el calado de la pala del timón o por
el heho de que sobresale, mientras que los cruceros pueden hacerlo habitualmente
de popa.

En otras ocasiones se amarra en forma tradicional, paralelo al muelle,
en particular para hacer combustible, cargar alimentos y personas, etc.
En realidad, existen pocos muelles construidos con las defensas adecuadas
para no dañar la banda de los yates, en tanto que las propias defensas
de a bordo resultan poco confiables desde el momento que es difícil mantenerlas
enfrentadas a los pilotes.

Las formas de tomar amarras en los puertos de la zona Río de la Plata
son: la mencionada "a la mediterránea", con coderas a boyones
(ej. muelles de Colonia) o ancla (ej. Higueritas, Carmelo, Mercedes),
a boyones (ej. al borneo en Colonia), o marinas con palos en la mayoría
de los clubes náuticos y, en menos casos, en andana (varios barcos abarloados
y paralelos al muelle). En algunas ocasiones, en Colonia, cuando las amarras
y boyones son superados en su capacidad, es frecuente ver barcos amarrados
en "tela de araña", es decir, a popa de los que están a la mediterránea
e, incluso, dos o tres barcos en un mismo boyón.
Siempre que se amarre abarloado o paralelo a otro barco se deben colocar
defensas en la banda correspondiente. Normas de cortesía no escritas indican
que el que llega último es quien debe colocar las defensas, pero es una
medida prudente colocar defensas siempre.

Otro detalle a cuidar son los cabos de amarre. Debemos colocarlos de
tal manera que no resulten un estorbo para las amarras de los demás. Muchos
tienen la curiosa costumbre de convertir la bita en un auténtico "bodoque",
ignorando que el mejor sistema es hacer una gaza (con un as de guía) en
lugar de dar incontables vueltas de cabo.
Ingreso
a puerto
Siempre debe ser a velocidad reducida, la mínima para gobernar (lo
que depende del desplazamiento del barco). Excepto que se disponga de
una tripulación entrenada, como sucede en los barcos de regatas, no es
recomendable hacerlo a vela. Los mayores suelen recordar que en su época
se maniobraba siempre a vela, pero también es bueno recordar que la flota
deportiva y el tráfico eran más reducidos y quienes se aventuraban por
el mar estaban muchas veces mejor preparados que en la actualidad.
La aproximación al muelle se hace en un ángulo de 20 a 30 grados aproximadamente
en los barcos de una sola línea de eje (los yates de dos motores pueden,
prácticamente, girar sobre si mismos dando avante con una máquina y reversa
con la otra), con poca arrancada, eligiendo una u otra banda según el
paso de la hélice. Si es dextrógira (giro en el sentido de las agujas
del reloj), se llega presentando la banda de babor ya que al dar una palada
atrás, la popa cae hacia ese lado, pero si gira en sentido contrario a
las agujas del reloj, se cae hacia estribor (al dar máquina atrás, la
popa se acuesta de ese lado al muelle), quedando paralelo.
También se tiene que considerar el efecto del viento, que puede acostarnos
sobre el muelle o separarnos. De la corriente ni hablar porque, difícilmente,
dentro de un puerto, es significativa. Con el viento no sucede lo mismo.
Si la estadía en el muelle es muy corta, basta largar dos cabos, uno
por popa y otro por proa, pero si el viento arrecia o la permanencia se
extiende, serán necesarios con viento de proa, por lo menos, largo de
proa, través de proa, spring de popa y través de popa o, si el viento
es de popa, largo de popa, través de popa, spring de proa y través de
proa. En pocas oportunidades son necesarias todas las amarras.

Otro detalle para cuidar, cuando se está amarrado paralelo al muelle
por una estadía prolongada, es el ciclo de mareas. Las amarras deben ser
ajustadas conforme el agua baja o sube, excepto si es un muelle flotante
y por razones obvias.
De todas maneras, la forma más segura es embicando, presentando la
proa o la popa al muelle. Con viento del través, la maniobra se complica
y hay que calcular con precisión el abatimiento. En el puerto de Colonia,
con viento fresco del primer y tercer cuadrante, si no se tiene experiencia,
es mejor ir directo a uno de los boyones. En cambio, en Carmelo, excepto
que las condiciones sean muy adversas, la maniobra es más sencilla.
En los diagramas respectivos se especifica la forma de tomar amarra
en los muelles de Colonia y de Carmelo (idéntica a Higueritas, Mercedes,
etc.).
Cuando se producen "pamperos", "sudestadas" o el
impoderable "nortazo", las amarras tienen que ser reforzadas
y aunque el oleaje dentro del puerto es relativamente escaso, los veleros
llegan a rolar. Entonces, hay que evitar que los palos estén sobre el
mismo plano de rolido (quien escribe estas líneas sabe muy bien de qué
se trata: en sus comienzos, así perdió la antena de VHF y la veleta).
Cuando se amarra a un boyón (puerto de Colonia, Buceo, etc.), el cabo
se hace firme en el grillete que vincula el orinque con el boyón, no en
el cáncamo del vértice que solo sirve para engancharlo con el bichero.
Otro detalle que no debe ser descuidado son los puntos de rozamiento
de los cabos de las amarras. El Nylon se desgasta en menos tiempo de lo
que uno puede imaginar, así que colocando un trozo de manguera se evita
el rozamiento con superficies que no están perfectamente pulidas.
Si
se ingresa en un club que no es el propio o a un puerto, corresponde solicitar
autorización por VHF o haberse comunicado previamente por Tango Foxtrop.
Es una cuestión elemental de cortesía. Además, cabe destacarlo, así lo
indican los reglamentos de navegación.
Por último, un consejo para quienes van a Higueritas: en las amarras,
colocar un anillo de estopa con abundante querosén o algún hormiguicida:
son plaga.
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